Nasuno

Autor: Yamada Kengyo

Versión e ilustración: Diego Loukota

Editorial: Destiempo

Recomendado para: Grandes lectores

Libro ilustrado/ Libro de artista.

Cuando se recomienza la discusión bizantina acerca del futuro del libro, acerca de la ineludible jubilación del libro impreso, veo creaciones como Nasuno y sonrío. Hace algún tiempo una amiga de un club de intercambio de libros me solicito la digitalización de La fuga, en la edición de Barbara Fiore. El escáner estaba ahí a la mano. Sin embargo ni siquiera pensé en hacerlo, me negué de plano. Un libro como La fuga se resiste por completo a la digitalización.  No es que sus páginas no sean escaneables o fotografiables, no. Es tan sencillo como que la experiencia de un tipo de libros de estos no se puede reducir a los pixeles. Poco después conocí libros como El herbario de las hadas de Lacombe o Nocturno de Isol, y supe que se trataba de libros con experiencias completas y, por ende, irreductibles. Por supuesto, algunas experiencias que he visto en libros digitales para tabletas tampoco son traducibles al libro impreso. Y de serlo, de ser traducibles de un medio a otro, estoy seguro que algo muy valioso se perdería en el trayecto.

Este tema es una de mis preocupaciones desde hace años también. Considero que el futuro del libro impreso se halla en nichos de lectura, donde se pueden constituir en objetos únicos.

Eso es  Nasuno. Aunque el texto pertenece a una canción para laúd de comienzos del siglo XIX, la versión que presenta Diego Loukota se halla enriquecida tanto en la parte gráfica como en la propuesta de diseño.  

Mucho se ha discutido en los últimos meses acerca del desplazamiento que el diseño ha ido realizando sobre la parte literaria en los libros álbumes y en los libros de artista. Empero, la propuesta realizada por la editorial Destiempo, enriquece de muchas maneras el texto. No  hablo sólo por el soberbio acompañamiento gráfico que hace Loukota, sino también por lo que, asumo, es una reproducción del texto japonés original.

La experiencia obtenida al tener este pequeño objeto de arte en la mano es, definitivamente, irreductible a pixeles.