Escrito por Carolina Sanín
Publicado
por Laguna Libros
Recomendado
para grandes lectores
Noveleta
Decir que el
personaje mediático Carolina Sanín me es antipático es necesario porque
implica, para bien o para mal, que existe un sesgo al enfrentar su obra. Sin
embargo, he intentado darle el beneficio de la duda. Me explico. En los tiempos
que corren se hace necesario separar la obra del autor. Neil Gaiman, por
ejemplo, es un autor a quien he adorado por su obra y en el último año enfrenta
unas acusaciones terribles de abuso sexual. Empero, cuando leo una obra como El
océano al final del camino, se me hace inevitable olvidarme de la persona
que la escribe, De hecho, para ser por completo sincero, no sé mucho de la
persona que escribe cuando enfrento un libro, a veces eso sucede después o a
veces nunca. No sé el tipo de persona que sea Baricco o Rébecca Dautremer o
Piedad Bonnet. En el caso de Sanín, la situación ha sido diferente, hallé al
personaje mediático (ella afirma que no es un personaje) y lo detesté. Creo que
ella goza de eso que inspira y se escuda luego desde su prepotencia. Mientras
tanto los comentarios acerca de la calidad de su obra me rondaban y decidí, con
muchos reparos darle una oportunidad.
En uno de los
capítulos, en uno de los subgrupos, en este caso el más reciente de #lecturasparatodos,
decidí que podía ser constructivo abordar con ellos una obra que yo no conociese
con anterioridad (No aprendo, he hecho esto con anterioridad y no suele salirme
bien), y me animé con Los niños de Carolina Sanín, entre otras cosas porque
se trataba de un relato corto.
Los niños narra, palabras más, palabras menos, el encuentro fortuito entre una mujer y un niño al que se decide después de diversas vueltas -en las que se incluye poner el niño a disposición de una entidad similar al Bienestar Familiar- adoptar. Sin embargo, lo que intenta en muchos momentos ser una crítica a las instituciones -el ICBF, el Bienestar Familiar, la misma maternidad- termina siendo un relato sin orden ni concierto que parece no tener claro a dónde va. La idea se va desdibujando a medida que el relato avanza y no se tiene claridad de qué es lo que pretende. Hay momentos interesantes, algunas imágenes con visos de hilaridad, pero que se quedan como cuentas de un collar que no tiene las cuentas suficientes ni un hilo que pueda en verdad soportarlo. Amen a esto, los personajes no están bien estructurados, no los conocemos verdaderamente y nos perdemos en una madeja de palabras que parecen no tener nada qué decir en verdad, que no se dirige a ningún lado.
Alguien, quizá una de mis personas favoritas en el mundo, sugirió que tal vez habíamos abordado la menos buena de sus obras. En todo caso, sea cierto o no, fue una puerta de entrada que no incentiva a un nuevo encuentro.
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