LA SED



Escrito por Enrique Patiño
Publicado por Editorial Planeta
Recomendado para jóvenes lectores
Novela – ciencia ficción

     Termino de leer este libro, lanzo un suspiro y se lo muestro a Elizabeth. Muy buen libro, le digo. ¿De qué trata?, me  pregunta, lanzándome la inveterada pregunta que le hacen a un lector cada vez que menciona el título de un libro.  De lo que nos espera, le respondo, si seguimos como vamos. Espero que, a diferencia de lo sucedido con 1984 y Un mundo feliz, la advertencia sea tomada en serio.

     La sed no es un título simbólico, alude al elemento central del libro, aquel que no se puede eludir en ningún renglón del libro, pues no hay un instante en que no se sienta la resequedad atenazando la garganta. Es un canto. Puede ser una profecía.

El relato se ubica en un futuro apocalíptico – que se siente tan próximo- en donde el agua ha llegado a tal nivel de escasez que se convierte en la única moneda de cambio posible, en la única propiedad importante. Se mata por el agua, se muere por el agua; el agua corrompe, el agua purifica. No es un espacio propio para la redención, pues quien se enfrenta a este mundo no está provisto de características morales superiores. El desierto en el que se mueven los protagonistas no es majestuoso ni admirable, ante todo porque no es desierto finito. No es un desierto del que haya escape, no es un trámite para acceder a otro espacio o tiempo; el desierto es tangible, letal, y se extiende –quizá- por todo el mundo.

Los protagonistas de La sed están desprovistos tanto de nombre como de esperanza. Son el hombre y la joven. Los únicos personajes con nombre propio son un par de bandoleros, que por breves momentos detentan algún tipo de miserable poder. Con estos ingredientes Patiño construye un relato limpio y poderoso, un relato de ciencia ficción que no necesita de naves espaciales, hombres verdes, máquinas del tiempo o grandes avances tecnológicos. La idea de la que parte Patiño es sencilla, la infinita capacidad de depredación del ser humano. También su infinita estupidez. La idea a la que llega Patiño no tiene que ver con las formas en las que el ser humano se engrandece ante las dificultades. Patiño es escéptico, es realista, es inclemente,

No creía en milagros sino en la realidad pura del desierto. Su credo lo complementaba su fe ciega en los desmanes del ser humano y en el ajuste largo de cuentas de la naturaleza; en la ley del depredador que arrasa y tarde o temprano es consumido por la que con tanta saña depredó. Creía en la soledad como remedio contra la desilusión y en la vileza como una conducta inherente a la condición humana. Creía en la muerte y en la vida, en la escasez como el mejor método de aprendizaje y en el amor como un destino final al que solo los más obstinados llegaban, como el desquiciado a su delirio. Creía en el asombro, la arena, las nubes cubiertas, el viento que aquietaba sus pensamientos, la finitud y en la rendición anticipada para evitar la tentación de pensar que vivir era un don y aceptar que era más bien un préstamo que pronto le cobrarían y arrebatarían. Y en poco o nada más.
Su credo era escueto y profundo. Incorruptible. (p. 61) 

     Así es La sed, concisa, directa y brutal. Esperemos que esta vez la advertencia no caiga en oídos sordos.    

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