EL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA...

 


EL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA, SEGUNDA PARTE DEL INGENIOSO CABALLERO DON QUIJOTE DE LA MANCHA, SEGUNDO TOMO DEL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA

Escrito por Miguel de Cervantes Saavedra y Alonso Fernández de Avellaneda

Publicado por Editorial Planeta

Recomendado para grandes lectores

Novela – clásico

 

     Hace mucho tiempo este ajado volumen estaba conmigo. Me ha acompañado en algunos trasteos y desde que me lo dieron ya venía un poco maltratado. No sé mucho de su vida anterior. David Vásquez debió adquirirlo en una librería de viejo, y después pasó a mis manos. Ha sido leído desde el tres de julio de 2022 y solo hasta hoy, veinticuatro de enero de 2025 ha finalizado su lectura en el marco de los grupos de lectura de Whatsapp.

     El Quijote, como se le conoce normalmente, es uno de los libros de los que mejor hablan los adultos y de los más defenestrados, con cierta razón, por los adolescentes. La verdad no sé si los adultos lo terminan. A ciencia cierta sé que los adolescentes se hayan sin enciclopedia suficiente para asirlo y se las arreglaban para encontrar resúmenes, trabajos viejos y cuanto material que les facilitara la vida pudieran. Hoy, asumo, se las arreglarán con Chay GPT y sus secuaces.

     El Quijote no es un mal libro. Es un libro con mucho humor, pero no como lo entendemos ahora. Es el humor que nace del ridículo, de la vergüenza del otro; el humor del antiejemplo. No es el humor de la carcajada malsonante, es el humor de quien le encuentra gracia a un pasaje cuando lo repasa mientras camina rumbo al trabajo o lee La nieve del almirante. La fabula del libro es de sobra conocida. Un hombre entrado en años decide un día, en compañía de un aldeano llamado Sancho Panza, lanzarse a revivir la profesión de los héroes de sus amados libros. Así, se lanza a España reviviendo el oficio de caballero andante con tanto desacierto y sinrazón que, al principio es incomprendido y vapuleado, y luego, es objeto de burla simple y llana.   

     El pasaje que más recordamos es el arquetípico, ve un molino y se empeña en que se trata de un gigante, Sancho Panza le advierte, el Quijote desoye y se lanza contra la construcción siendo lanzado al aire con todo y caballo por las aspas del molino. En el primer libro todo es un desencuentro. Cervantes se está inventando la parodia. Se inventa los sonetos, las presentaciones de rigor; mezcla el mundo real y el ficticio. Hasta Babieca y Rocinante dialogan en unos versos. Si no se le hubiese ido la vida en ello habría falseado hasta las palabras del Rey. Mezcla las hazañas del Caballero de la Triste Figura con Al final, caballero y escudero son devueltos a ese pueblo ignoto, por nosotros, de la Mancha. Llega entonces el pecado de Alonso Fernández de Avellaneda.

     El problema con el denominado Quijote de Avellaneda no es que hubiera continuado con la obra de Cervantes. Su pecado consistió en, como dicen ahora, no haber entendido a los personajes. El Quijote es poco avispado, acobardado; Sancho es un simple, un bobo. No hay intervalos pastoriles ni grandes discursos. Cae de manera fácil en el olvido. A despecho de Borges, no contiene una línea, un episodio que consideremos memorable. Lo ubica espacialmente, lo divide en partes, le intenta dar una lógica atolondrada que sigue la misma de los libros de caballería. Cervantes se ve entonces obligado a sacar la segunda parte del Quijote. La segunda parte autorizada.

      Cervantes es consciente de que no puede hacer lo mismo que en la primera parte. Es consciente de que hay alguien que intentó apoderarse del nombre, de la vida y obras, del Quijote. Gran parte de sus páginas se van en desvirtuar ese aborto. No hay aquí episodios pastoriles. El Quijote se convierte en objeto de burla de nobles, que han leído la primera parte, pero también han leído la versión de Avellaneda. Sancho Panza es más descarado, más sabio. Los personajes han cambiado, evolucionan. Sancho obtiene su ínsula y descubre para mal lo difícil, a pesar de su sabiduría, gobernar. Don Quijote pierde en franca lid una batalla y vuelve al pueblo empeñado en una nueva aventura, llevar una vida pastoril. Al final, alerta de spoiler, Cervantes mata al Quijote. Lo hace para que nadie se apodere de su criatura. Lo entierra y expresa de forma clara, para que tampoco nadie se invente nuevos capítulos ni hechos a esta ilustre dupla. El Quijote reconoce sus errores, se arrepiente y maldice una vez más los libros de caballería. El resto es el legado que ha quedado.

     El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha se ha convertido en un clásico, no porque haya sido escrito en un idioma que hoy nos parece extrañísimo y que nos cuesta entender; se convierte en un clásico porque denuncia la humanidad detrás de los héroes, porque nos recuerda la imposibilidad de, a la manera de los griegos, luchar contra el destino, y, aun así, aun sabiéndolo, tiene que seguir intentándolo. Es el perfecto ejemplo de como debemos seguir intentando que este mundo vano, mudable, caótico, insignificante y sin sentido se pliegue a nuestros deseos.

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