DESPUÉS



Escrito por Stephen King

Traducido por José Óscar Hernández y Ana Isabel Sánchez Díez

Publicado por Plaza Janés

Recomendado para jóvenes lectores

Novela – literatura fantástica

El punto de quiebre para mí estuvo en La caja de botones de Gwendy, libro coescrito con Richard Chzmar , y que se constituyó el primero de una trilogía. A principio pensé que se trataba de la influencia de Chzmar, autor que desconozco, pero al leer Cuento de hadas me encontré con el mismo fenómeno. Es sólo con Después que vengo a entender mejor que es lo que me está sucediendo con King. 

Después narra la historia de un niño con la capacidad de ver y hablar, por poco tiempo, con los muertos, de una traición que sufre, y de un encuentro con algo que no termina de explicarse que es. Varias veces el protagonista afirma que su historia es de terror sin que llegue a dar algo de miedo en verdad. Creo que quiere dar miedo, pero no logra construirlo. Creo que en parte esto sucede porque King no logra que en verdad nos importe el personaje o la suerte que corra. Hay que anotarle, eso sí, que su relato nos sigue interesando tanto que no podemos soltar el libro hasta que acabe. El cuento trata de situaciones, la novela de personajes, dice Cortázar, si mal no recuerdo. Este es un cuento largo que deja preguntas abiertas. De seguro da para una nueva serie o trilogía o mundo o lo que sea que quiera hacer King con él.   

  El problema no está en el capitalismo salvaje ni en que a King hace mucho un editor no le haya devuelto un original con un par de recomendaciones. Hace mucho lo dijeron, podría publicar su lista del supermercado y habría muchos que lo leerían.  El problema radica en que está perdiendo el interés o la capacidad de construir personajes secundarios. En cambio, nos hace listas de relaciones románticas que sus personajes tienen con el paso del tiempo. Nos cuenta, no nos muestra. A pesar de  la paja, el King de Christine, de Carrie, de It, de Cosas necesarias, incluso de Cujo -esa novela que olvidó escribir- tenía personajes secundarios que hacían los personajes tridimensionales y entrañables. Incluso, en algunos momentos construía personajes terciarios en tan solo uno o dos párrafos, personajes que se sentían vivos. Creo que por eso no me terminó de convencer La caja de botones de Gwendy, creo que por eso Cuento de hadas, atacado con tanta emoción, se convirtió rápidamente en un mecanismo entretenido, pero sin alma; creo que por eso la suerte de Jamie Conklin no me interesó. 

No sé si King esté entendiendo a las nuevas generaciones mejor de lo que yo lo he hecho. Sé que lo estoy leyendo por nostalgia, esperando un poco de la magia de antes, donde no tenía temor a explayarse en cincuenta páginas más de lo necesario para que el lector pudiera habitar con comodidad el mundo que inventaba. 

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