LA DESAZÓN DE SER BIBLIOTECARIO PÚBLICO

 

Imagen de archivo de la red. No puedo utilizar unas preciosas que tengo por cesión de derechos. 

     En el Libro de hallazgos de Yessica Chiquillo Vilardi (Animal Extinto, 2020) la autora da cuenta de sus vivencias como bibliotecaria escolar durante un año de su vida. En ella muestra el hastío y la monotonía que el cargo puede provocarle y, también hay que decirlo, de su forma de abordarlo como un tramite burocrático. Sin embargo, el texto de Chiquillo nos sirve para irnos adentrando en ese desencanto que implica ser bibliotecario.

     Hay muchos trabajos idealizados en el mundo moderno: bombero, vendedor de libros, mesero, florista, arquitecto, carpintero, que en la realidad cotidiana se devienen pesadillescos, muy lejos del encanto y el misticismo que la sociedad le otorga. Uno de esos oficios es el de bibliotecario.

     Durante los últimos dos años de mi vida he sido bibliotecario escolar y bibliotecario público. Ambos tienen diferentes cargas y diferentes acentos, pero es importante hablar en esta ocasión del segundo, puesto que no soy bibliotecario público en cualquier lugar del mundo ni en cualquier momento, soy bibliotecario publico en la ciudad de Cali y hoy en día la Red de Bibliotecas Públicas de esta ciudad atraviesa enormes dificultades.

     Hay que entender que la labor bibliotecaria tiene dos caras: una de ellas es la relación de la biblioteca con la comunidad, en tanto la otra es la relación de las bibliotecas entendidas como una red. Me encantaría decir que es una red de camaradería, creatividad y buenas vibras, pero es principalmente una red burocrática. No me malentiendan, las personas dentro de la red son valiosísimas, sin embargo, las diversas circunstancias que hacen posible esa relación son constrictoras, tóxicas y llenas de papeleo innecesario.

     La labor bibliotecaria, como muchas otras labores en el mundo de hoy, está atravesada por números: Números de visitantes, de actividades, de préstamos realizados, de sectores poblacionales atendidos. Los números, per se, no tienen nada de malo, pero ya implican una forma de entender esta labor muy diferente a cómo se suele concebir. Por otro lado, el logro de las metas establecidas se complica cuando, además, hay dificultades de infraestructura que ponen en riesgo, incluso, tu material de trabajo. Así, se pueden encontrar bibliotecas sin ventanas, que se inundan, sin internet, dotadas de elementos inadecuados; expuestas, por grandes ventanales, ante el sol enorme de la mañana y de la tarde; con problemas de pintura y humedad; en algunos casos, incluso con intermitencia de los servicios públicos básicos.

     Aquí es donde aparece el aparato burocrático, la atención a los pedidos es letárgica, llena de procesos innecesarios, redundantes y poco exitosos, que se atienden cuando se puede o se quiere por parte de algunos funcionarios que a todas luces son insuficientes, negligentes y/o inútiles. Se da el caso de bibliotecarios que no tienen el mínimo interés en la lectura o en el servicio comunitario, encontrándose entre libros solo por ser recomendados o por tener un cargo político. A esto hay que sumarle que el sistema de contratación es malo (el contrato es por prestación de servicios, renovable a disponibilidad presupuestal o voluntad política, por un tiempo que oscila entre los tres y los cuatro meses, y donde no hay ninguna garantía de continuidad. No importa la constancia, la calidad de la labor, el empeño o el amor, simplemente te puedes quedar sin trabajo porque un político u otra entidad administrativa requiere tu cuota presupuestal), que los pagos se pueden aplazar de uno a tres meses y para lograrlos hay que aportar una cantidad ridícula de papeles y requerimientos; así mismo, están por debajo de lo que se esperaría para el tipo de labores ejercidas. Estas labores van desde la atención al público, la realización de talleres (con materiales bastante imaginativos porque se solicita una lista de materiales al principio del año que un intermediario denominado operador, puede o no entregar, o hacer entrega de cualquier manera o hacerlo de forma incompleta), la organización del espacio, la contención de desastres, cuando no barrer y trapear los espacios. A esto hay que añadir que muchos bibliotecarios aportan sus datos y sus propios equipos para cumplir con su labor. Por supuesto, la administración sueña con, en algún momento, ampliar los espacios de atención a los usuarios. De seguro todo por los mismos $1500 pesitos.

     Todas estas situaciones se atraviesan en el objetivo principal de las bibliotecas: mediar en la relación entre un lector y su libro o un consumidor cultural y su disco o película o labor artesanal.

     Todo esto sucede en un país que es consciente de la necesidad que tiene la población de mejorar sus hábitos lectores; en una ciudad con un tejido social muy dañado, que se jacta de tener una enorme red de bibliotecas, pero cuyos mandatarios no atienden, dejando a todo el personal de la red con las manos atadas, con procesos en los que no hay garantías de continuidad y sin mayores esperanzas de encontrarles solución.

     Por favor, piensa en esto, cuando te encuentres un bibliotecario público, piensa que muchos de ellos hace meses no llevan dinero a sus casas, que llegan a sus espacios de trabajo como pueden, y que en muchos casos solo son sostenidos por una enorme voluntad de servicio a la comunidad; piensa que enfrentan la puerilización de su labor y la negligencia del estado, y aún así hacen todo lo posible para realizar bien su labor.

     En este crápula mundo de hoy, cualquiera de nosotros puede ser promovido de un espacio bibliotecario a la inspección de gallinas y cerdos.

    Nota: Me he quedado corto. 

    Nota 2: En algún momento hablaremos de la relación con la comunidad. 


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