EL POZO DE LOS RATONES

 


Escrito por Pascuala Corona

Ilustrado por David Daniel Álvarez

Traducido por Mardonio Carballo

Publicado por Fondo de Cultura Económica

Recomendado para los pequeños

Libro ilustrado – Cuento de hadas


    Este es un cuento de hadas. Por tanto se puede encontrar en el un rey, una bruja, un herrero y animales encantados. Su estructura es de todos conocida. Sin embargo, hay elementos que la diferencian de los cuentos de hadas como los conocemos en la actualidad. 

    En primer lugar tenemos un relato crudo, sin edulcoramiento alguno. Hay crueldad aquí, hay violencia, y ningún intento de disimularlo. En este sentido, nos da nostalgia de los relatos de los hermanos Grimm antes de pasar por la censura; un cierto sabor a cómo se contaban estas historias junto al fuego sin pensar si algún niño se traumaba o no. De hecho, en la época la noción de infancia era muy diferente. Al estar en el siglo XXI y descubrir El pozo de los ratones, el lector llega a sorprenderse, y en esta época de monstruos con bordes redondeados es una sorpresa agradable. 

    En segundo lugar tenemos elementos que reconocemos como propios. Existe un fuerte sabor oral en su escritura y la presencia de los machetes nos lo muestra como más nuestro. Al indagar un poco más acerca de Pascuala Corona entendemos la razón. La visión que nos llega es la de personajes hispanos con raíces indígenas. ¿Por qué llegamos a ello? Porque curiosamente también estamos frente a una edición bilingüe, en este caso español – náhuatl. Incluso, el Fondo de Cultura Económica lleva más lejos su apuesta incluyendo un código QR para acceder al audio de la narración en náhuatl. 

    En tercer lugar tenemos las ilustraciones. Álvarez nos presenta en negro y rojo unas imágenes tétricas que no nos permiten olvidar que estamos ante un relato terrorífico. Hay una doble página donde los ratones hacen de las suyas con clavos y fuego en la primera y segunda hija.

    El resultado de todo esto es un relato magnífico, sobrecogedora, que nos atrapa y que no olvida su intención moralizante (todo relato de terror en el fondo es moral), que subyuga al lector y que podrá hacer la delicia de los niños. 


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