Escrito
por: Ricardo Silva Romero
Publicado
por: Editorial Alfaguara
Recomendado
para: Grandes lectores
Novela –
Literatura colombiana
Esta es la
historia de Lázaro. A decir verdad, es la historia de muchos Lázaros que buscaron
contar su historia. Es la historia de un escritor de tres novelas que han
resignificado la violencia en Colombia y que, aunque amado por la crítica es
poco leído. Sin embargo, alguien le ha tenido en tanta valía, que le ha hurtado
todas sus ideas y las ha ido soltando a lo largo de los años. Esta es la historia
de un misero escritor colombiano que está viviendo una tragedia y tiene que
morirse para descubrir que tiene que llegar todavía más allá, para tornar su
vida en una comedia, no a la manera de las comedias de situación
norteamericanas, si no a la manera de los dramaturgos griegos.
Este escritor colombiano,
Simón Hernández, descubre además que al regresar es acompañado por otras
sombras que son a su vez otros personajes a los que busca desenterrar su
historia con este libro que no se parece en nada a lo que ha escrito y, tal vez,
a lo que escriba después, si es que lo hace, porque aquellos que regresan de la
muerte, hallándose como personajes de una obra de teatro, tienen el deber o el
poder de reescribir su historia, de ponerla al mal tiempo buena cara y hacer lo
que se pueda, que, si le creemos a King, es todo lo que podemos hacer.
Siete son las
historias que nos cuenta Hernández: la de una monja colombiana, la de un sepulturero
portugués, la de una colaboradora de Dumas -que bien podría ser la mamá de los
heterónimos de Pessoa-, la de un soldado alemán en la Gran Guerra, la de un
astronauta que encuentra el misticismo en un viaje a la Luna, la de una
rockera, y la de una profesora china que vive más allá de su tiempo. Con Hernández
vivimos y padecemos esta historia de ultratumba, tejida con base en el Libro
tibetano de los muertos, con rasgos de ciencia ficción o de abismo al futuro, y
con él, perdedor, cínico, terco, rolo -con todo lo bueno y lo malo que conlleva
ese apelativo- y tierno que podamos concebir, padecemos estos descensos al
infierno y estas vidas que se revalorizan se conectan y se desperdician de una
u otra forma.
Donde otros ven
tragedia, sin embargo, Hernández es capaz de sobreponerse y cerrar el círculo,
a la manera de los griegos, a la manera de Campbell, y componer una comedia, es
decir, una historia que tiene un final feliz, aunque este sea espurio,
cotidiano.
Si creemos -sí,
este es un principio de petición- que en la reflexión sobre la muerte, no en la
consciencia de ella como los pájaros o las vacas, si no en la reflexión sobre
ella, se asienta el principio de lo que denominamos humano, hay pocos libros
más humanos que este, pocos libros con personajes más dignos de compasión, amor
o lastima. También, curiosa, simpática, brutalmente, un triste espejo de que
cualquiera sea la historia que contemos de nuestro país, no podemos escapar a
nuestra violencia. Cada cincuenta páginas -página más, página menos-, Romero, a
través de Hernández, no puede dejar de rezongar contra nuestro país, nuestra
historia y nuestra realidad.
Como nota final, no deja de ser curioso, que a pesar de la atemporalidad que podría haber tomado el manual que escribe Hernández, su historia curiosamente se asienta en medio de la pandemia que estamos empezando a dejar, quizá como una forma de decirnos que podemos recuperarnos a pesar de todo.
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