Escrito
por Maurice Leblanc
Traducido
por Mauricio Chaves Mesén
Publicado
por Editorial Planeta
Recomendado
para Jóvenes lectores
Colección
de cuentos
Recuerdo Baker Street, por
supuesto. La atmósfera victoriana del detective y su compañero médico. Recuerdo
la sequedad de Holmes, su estudiada impasibilidad al demostrar lo buen detective
que era, su increíble talento deductivo (abductivo, si entendí bien a Eco). Recuerdo
su adicción, su manía y su misoginia. No ha vuelto a él a través de Doyle, pero
sí de King y de Gaiman, quienes lo han homenajeado; a través de algunas series
televisivas, de alguna adaptación contemporánea. No recuerdo a Lupin. O mejor,
tengo un vago recuerdo que se parece más a un efecto Mandela que a otra cosa. Incluso
le pregunté a Fernando, mi amigo de infancia, mi amigo de siempre, si recordaba
que lo hubiéramos leído. Fernando despachó la cuestión sin muchos miramientos.
Recordaba haberlo leído en la casa de su abuelo, recordaba que era inferior a
Doyle y poco más.
Voy a Lupin porque una serie de
Netflix lo ha devuelto a las librerías y lo he visto en manos de una de mis
alumnas, en tanto otro lo ha mencionado. El libro estaba barato (asumo que por
vencimiento de derechos de autor) y yo andaba aburrido mientras mi esposa
estaba mirando otras cosas en el supermercado. Lupin se vino a casa conmigo.
Recordé muchas cosas. Recordé lo
que significó pasar noches en vela queriendo avanzar un capítulo, recuerdo la emoción
inmensa que sentí con Los tigres de la Malasia y Los tres mosqueteros,
recordé lo particular que es la literatura francesa. Lupin no me devolvió esos
momentos, pero me trajo recuerdos felices.
Si he
de hacer caso a la cronología, Arsène Lupin, Caballero ladrón es el
primer volumen de la serie, y no es una novela sino una sarta de cuentos. Cada
uno de ellos se puede leer por separad y en cualquier orden, pero al final
resulta que comienzan a haber conexiones y que es mejor seguir la secuencia de
principio a fin. Los primeros cuentos son, quizá, los más flojos. Nos muestran
un Lupin enorme que es inflado a punta de meros adjetivos sin que haya un hecho
que nos permita en verdad entender porque Lupin es Lupin, porque es un
caballero ladrón y que lo hace tan bueno. Aquí hay un contraste inmediato entre
Leblanc y Doyle. Leblanc adjetiviza en demasía, Doyle nos da siempre cuenta de
la increíble capacidad deductiva de Holmes. Sin embargo, a partir del quinto
relato se va profundizando un poco en el personaje y sus aventuras. No quiero
decir que pierda la ligereza, sino que entendemos el porque de sus hazañas, la
razón del asombro que causa.
Lupin es un libro tremendamente ligero y divertido, con giros que no terminan de sorprender, pero sí mantienen el interés del lector y lo instigan a ver qué pasa en el siguiente relato. Quizá la mejor historia esté en el capítulo VII, La caja fuerte de Madame Imbert y el que más dudas teja sea el del encuentro con Herlock Sholmes (al parecer los lectores querían un encuentro entre ambos personajes, pero Doyle no quería), relato que finaliza el libro. Con todo, es un libro muy recomendable para pasar el rato, para dejar morir las largas horas, si queremos pasarnos con la afectación, para que las tardes mueran felices.
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