EL HOBBIT

 


Escrito por: J.R.R. Tolkien

Traducido por Manuel Figueroa

Publicado por Ediciones Minotauro

Recomendado para jóvenes lectores

Novela – literatura fantástica

 

     Tengo un viejo ejemplar manoseado de El hobbit, que me acompaña desde el 2004 y que estoy convencido lo conseguí de segunda en aquel momento. Tengo la seguridad también, que mi periplo fue al revés, primero leí El señor de los anillos y luego llegué a El hobbit. No recuerdo si llegué antes o después a El silmarillion. De lo que si tengo recuerdo es que disfruté enormemente las tres obras, que, en su momento tenían públicos objetivos diferentes, pues, al menos, El Hobbit y El señor de los anillos fueron dirigidos por Tolkien a sus hijos. Las características de ambas obras, empero, son disímiles.

     Retomo EL hobbit después de muchos años porque lo leí en un club de lectura con adolescentes y docentes. Antes habíamos leído algunos cuentos de Gaiman y Todos los detectives se llaman Flanagan. Los docentes éramos tres, dos de Lenguaje, una de una ciencia arcana llamada Global Studies. Los adolescentes, rodeando los quince años, eran cuatro y pertenecían, mal que bien, a noveno grado. Quince años es una edad difícil para leer fantasía (habíamos intentado antes con Entrebrumas sin éxito alguno) porque exigen lecturas más cercanas a la realidad. Sin embargo, ellos eligieron El hobbit. Entre muchos otros títulos que se les propuso eligieron El hobbit.

     Quince años también implican en muchos casos tener muy afilado el espíritu crítico, así que semana a semana, con un promedio de entre dos y tres capítulos semanales, escuché como disparaban andanadas contra la obra de Tolkien, descubriendo cosas que en mi embeleso no me había atrevido a poner en duda. Una de las cosas más sorprendentes (aunque también es explicable por la edad) fue la tirria que le cogieron rápidamente a Gandalf, el primer personaje que se les hizo francamente antipático. Después, bombardearon la estructura de la obra de manera sistemática, dando cuenta de un poco profundización en la construcción de los personajes y una estructura predecible durante las tres cuartas partes del libro, puesto que cada capítulo albergaba necesariamente una nueva criatura. A menudo me sorprendía a mí mismo, dándoles la razón, ora en un aspecto ora en otro, pero coincidiendo en muchos de sus apuntes. Los otros profesores participaban de las fechorías de estos muchachos. Para ellos, el Deus Ex Machina estaba servido, bien con las Águilas, bien con los monstruos, bien con Gandalf o el Anillo. Todo esto hizo la lectura un campo maravilloso de discusión y punto de encuentro. Espacio que esperábamos con anhelo semana a semana. Incluso durante los momentos de mayor caos.

     Las conclusiones fueron demoledoras, para mí, pero satisfactorias para ellos. No se habrían leído El hobbit por sí mismos; de hecho, alguien mencionó que habría abandonado el libro al final del primer capítulo, pero que lo había seguido por el club de lectura. En general, se le consideró un libro adecuado, pero lejos de su campo de interés general. Algunos incluso no lo recomendarían a otros lectores. Todas sus decisiones, todas sus impresiones estaban argumentadas, contrastadas y equilibradas. Incluso habiendo disfrutado diversos pasajes o amando a Bilbo, su calidez y osadía.

     Debo añadir que en lo particular seguiré amando el libro, a pesar de todas las observaciones realizadas por estos lectores críticos, lo seguiré recomendando y compartiré aquellos detalles preciosos (Gandalf y las águilas y los trolls y las arañas) con otros lectores de este. Sin embargo, coincido con los miembros del grupo de lectura que el encuentro nos permitió una lectura más crítica y profunda, que nos animaba el encuentro de la semana siguiente para avanzar y poder comentar con los otros. Dicho de ora forma, se trataba de leer y estructurar un comentario sobre lo leído semana a semana.

     La próxima víctima, Las ventajas de ser invisible de Stephen Chbosky.

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