EL MISTERIOSO CASO DEL OSO

 



Escrito e ilustrado por Oliver Jeffers

Traducido por: Carlos Tejada

Publicado por Fondo de Cultura Económica

Recomendado para los pequeños

Libro -álbum - detectives

 

     Olvidemos la metáfora de las cebollas. Pensemos en un momento en las milhojas, ese dulce que parece estar constituido de varias capas de hojaldre encerrando un dulce secreto. Aquí, la palabra clave es secreto.

     El título original del libro es The Great Paper Caper, lo que traduciría, a lo bruto, algo así como El gran lío del papel. El título en español acentúa el elemento detectivesco que brinda un gran interés al libro.

     El relato, como corresponde a Jeffers es sencillo, desaparecen ramas de árboles en el bosque, al principio, luego un árbol completo, y se comienza a investigar la situación hasta dar con el culpable, visible desde el principio para el lector, quien una vez hallado busca reparar su falta y es ayudado en la consecución de su objetivo. Como en todo libro álbum, la palabra dice una cosa en tanto la ilustración puede decir otra cosa. En el caso de Jeffers, la ilustración magnífica todo a proporciones míticas.

     Uno de los primeros elementos que llama la atención a nivel gráfico es la inclusión de un niño viviendo en el bosque. Un niño, además, que está cobijado por el mismo principio que las demás criaturas del bosque, a saber, vivir en las raíces de los árboles en una suerte de madriguera. Una madriguera casi hobbit en la comodidad que invoca.

     Posteriormente se encuentran evidencias de que el criminal está aumentando su “voracidad” de tal manera que está afectando todo el bosque, hasta que al fin nos lo encontramos frente a frente y Jeffers nos muestra la enorme presión familiar que enfrenta y que lo ha impulsado en su carrera. Un elemento adicional que debe subrayarse es que el responsable de los crímenes no hace parte del orden natural del bosque pues él mismo vive en una cabaña hecha de troncos de árboles. Aquí ya la puesta en escena nos recuerda los cuentos de Horacio Quiroga.

     Los detalles son primorosos. Hay diálogos completos tejidos a punta de íconos claramente comprensibles. Reconocemos los lectores la tensión, el misterio y la culpa, la terrible culpa, que asola al responsable. Al final, la tensión se resuelve, el misterio es aclarado y hay una reparación. El dulce se encuentra ahí.

       Es, también, toda una declaración de principios acerca del mito y de una concepción de justicia donde prima el diálogo y la reparación en contraste con el castigo y el exilio. Hay un principio de esperanzas. Así mismo, no deja de ser curioso que un libro de detectives esté enfocado a los pequeños, cuando este género suele estar enfocado a adolescentes y público juvenil en general. En ese sentido la apuesta de Jeffers es arriesgada, la apuesta de Jeffers es exitosa.

     Hay capas, por supuesto, no de agria y babosa cebolla, sino de hojaldre, azúcar y nostalgia. Un hermoso dulce al que se puede volver una y otra vez porque está la seguridad de no empalagarse.

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