Escrito por Arturo Pérez-Reverté
Publicado por Editorial Alfaguara
Recomendado para grandes lectores
Literatura española
Falcó es presentado como
el personaje de Pérez-Reverté más fascinante desde el capitán Alatriste y, de
hecho, es un libro al que se le ha realizado bastante mercadeo. Ya volveremos
sobre ello.
Falcó es un libro de
espías, ambientado en la España de los treinta. Nuestro protagonista, que no
héroe, es un aventurero mujeriego que juega en realidad al mejor postor y recibe
el encargo de liderar la liberación de José Antonio Primo de Rivera, el fundador
de la Falange Española. El entorno en el que se inscribe es convulso, pues
España se halla en plena disputa entre el franquismo, que aún no es reconocido
a nivel internacional, y el comunismo.
Hay dos elementos que presagian al
lector el encuentro con un libro ágil y entretenido, la promesa de un personaje
que se mantiene en los límites de la legalidad, y el entorno histórico que tan
bien es manejado por Pérez-Reverté. Sin embargo, Falcó no cumple con lo
uno ni lo otro.
Falcó, a diferencia de Alatriste,
es bastante unidimensional. Se trata de un tipo duro que siempre busca salirse
con la suya sin importarle el bando. Es básicamente un mercenario, aunque se le
arrope bajo la oficialidad. Desde el principio se le muestra como un macho; es
mujeriego, duro y con los cojones bien puestos. Al encargársele el trabajo,
Falcó no muestra entusiasmo, se enfrenta a un problema a ser resuelto. Se
acuesta con algunas mujeres, sigue las instrucciones, se la mide con un
comunista y comprueba mal que bien que la tiene larga, cae en una trampa
tontísima y se acuesta con una colaboradora falangista. Al acercarse al final,
donde tienen que entrar en la cárcel en la que tienen al fundador de la Falange
Española, Falcó recula, hay cambio de planes, traiciona, protege a las hembras,
se retira; luego se vengará.
Falcó parece el guion de
una película de los treinta o cincuentas. El personaje, sobre quien se pretende
descargar todo el peso de la novela es unidimensional; no alcanza la
profundidad de un Alatriste ni el atractivo de un Lucas Corso; el clímax
prometido es escamoteado al final, dejándole al lector un mal sabor en la boca.
En este caso, las promesas del
departamento de mercadeo de Alfaguara no se cumplen. Si bien se trata de un libro
que entretiene y bien escrito, desde el punto de vista del estilo y la gramática,
queda debiéndole al lector.
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