Escrito
por James Rhodes
Traducido
por Ismael Attrache
Publicado
por Blackie Books y Rey Naranjo Editores
Recomendado
para jóvenes lectores
Biografía
– Música clásica – No ficción
Literatura
inglesa
James Rhodes es conocido por ser
concertista de piano y por su libro Instrumental.
Como concertista, parece ser reconocido como alguien que ha roto algunas reglas
de etiqueta no escritas en el mundo de la música clásica. Al parecer hay quienes
no lo consideran muy bueno y cuestionan su actitud como irrespetuosa. Por otro
lado, como autor de Instrumental,
Rhodes descubre el nervio y nos azota con un relato doloroso de superación, que
se resume, más o menos en: fui violado en mi infancia, me hice adicto a
numerosas drogas, intenté suicidarme y la música, la música clásica me salvó. Instrumental golpea al lector, le hace
derramar lágrimas furiosas y lo enfrenta a todo lo que supone el abuso
infantil, y todo lo que tenemos que hacer como sociedad para enfrentar ese
flagelo. Roto, reconstruido, de alguna manera Rhodes sobrevivió. Fugas nos recuerda que no lo hice
invicto, incólume.
Hay algo, en lo profundo de Rhodes, una
herida que no ha terminado de cicatrizar. Sin embargo, al igual que en Instrumental, Rhoden no es el
protagonista del libro, el papel principal se lo lleva la música clásica. La
música de Beethoven Chopin, Bach y Mozart, entre otros. Hay un talento en
Rhodes, un talento que no es el del pianista, aunque sin duda nace de su amor
por la música clásica, y es la capacidad de hacernos entender la música
clásica, de hacernos entender –incluso a quienes carecemos de cualquier tipo de
oído musical- lo que implica un determinado tema musical. Así, mientras habla
de Beethoven, Rhodes nos explica qué es una fuga.
Una
fuga se parece a las rondas musicales que se cantan en el colegio. Una melodía
preciosa, suave y sencilla que empieza sola pero que después sigue avanzando
mientras otra idéntica a ella aparece por encima y empieza a perseguirla; las
dos melodías (o «voces») prosiguen con su recorrido mientras otra tercera y
también idéntica se une a ellas por debajo, hasta que las tres están
desarrollando a la vez, cronológicamente escalonaadas pero encajadas armónicamente
como un rompecabezas de una belleza y una complejidad increíbles. Va
progresando y progresando, el volumen sube y baja, la tensión aparece y
desaparece, la luz se enfrenta a las tinieblas, la oscuridad se impone y gana
para después estallar, volver a cambiar el tono de mayor a menor, momento en
que la obra se sumerge en el abismo de la desesperación. (pp. 151-152)
¿No
es precioso?
Por supuesto, al ser un volumen biográfico,
asistimos a la desesperación diaria de Rhodes, acompañamos a las voces que le
gritan en su cabeza, descendemos con él al infierno y nos permitimos, entre
cigarro y cigarro, una sonrisa sardónica. Al final, empero, Rhodes sobrevive,
con la música clásica, sobrevive. También se cansa de ser un sobreviviente.
Pelea a brazo partido para dejar de ser un sobreviviente, para vivir, para
alegrarse de ver un cielo azul, para que cada día deje de ser una puta batalla.
Sinceramente, espero que lo haya logrado.
Comentarios
Publicar un comentario