Escrito
por Henry David Thoreau
Prólogo de Henry Miller
Traducido por María E. Díaz
Publicado por Asociación Lengua Franca – Taller de
Edición Rocca
Recomendado para jóvenes lectores
No ficción – Filosofía norteamericana
Las palabras escritas por Thoreau tuvieron
lugar en el siglo XIX. En el momento de su escritura Estados Unidos era una
nación que surgía, que apenas estaba conformando sus ideas y orientación política.
De hecho, estaban enfrentándose por el tema de la esclavitud. Podría asumirse
que por su lejanía en el tiempo se trataría de palabras que no se aplicarían a
nuestro contexto. Empero, nada más lejano de esa idea.
Del deber de la desobediencia civil es un
llamado al respeto del Estado hacia el individuo, del derecho del individuo a no hacer aquello con lo que no está de acuerdo, aunque el Estado busque imponérselo.
Es, asimismo, una denuncia del engaño que, en últimas, termina siendo nuestra
idea de democracia, como el de una masa que sirve al poder del estado, sin
poder ejercer abiertamente su crítica, sentido moral o ético. En palabras de
Thoreau, “(…) la masa sirve al Estado no como hombres sino básicamente como
maquinas, con sus cuerpos.” (p. 30). Así, Thoreau cuestiona al naciente Estado norteamericano,
y, al mismo tiempo cuestiona nuestra idea misma de democracia, la pone en tela
de juicio, la boicotea, la confronta y desea que haya otra idea que la supere.
Sin embargo, para hacerlo, para que se pueda llegar a otra idea diferente, la
disposición del individuo es necesaria.
Debe
tenerse en cuenta que Thoreau era un individuo singular, de aquellos que
preferían aislarse y no tener mucho contacto con la comunidad, de preferencias
austeras, de carácter reservado; de aquellos que hoy son cada vez menos. La
idea de Thoreau, se centra en el individuo y en un coherencia monolítica de lo
justo y lo verdadero frente a la mayoría, a la democracia naciente; es, lo que
hoy se denominaría, un individuo de extremos. En la actualidad, cuando vemos
que los Estados son cada vez más injustos, totalitarios y egoístas, las
palabras de Thoreau recuperan vigencia, pero también exigen muchísimo de
nosotros mismos. Nos pide renunciar a nuestras comodidades, nos exige
compromiso, nos exige visión. Así, se pregunta, nos interpela, “¿Cómo le
corresponde actuar a un hombre ante este gobierno americano hoy? Yo respondo
que no nos podemos asociar con él y mantener nuestra propia dignidad.”(p.32) se
podrá alegar, por supuesto, que una democracia, como la nuestra, como la
norteamericana, como la ecuatoriana, como la francesa, tiene diversas formas
participativas para poder luchar contra la corrupción y el abuso del Estado.
Empero, Thoreau de nuevo antepone la decisión, el destino del individuo por
encima del Estado,
En cuanto a adoptar los medios que el Estado aporta
para remediar el mal, yo no conozco tales medios. Requieren demasiado tiempo y
se invertiría toda la vida. Tengo otros asuntos que atender. No vine al mundo
para hacer de él un buen lugar para vivir, sino a vivir en él, sea bueno o malo
(p. 44)
Puede decirse mucho más de este texto,
referirnos a sus contradicciones, porque las hay, o vislumbrar aquel modelo
político que sustituiría a la democracia, pero rebasa por mucho la intención de
una reseña. Lo que no puede quedar en el tintero es la necesidad que nuestro
mundo actual nos impone de leer este texto, de discutir las ideas de Henry
David Thoreau.
Comentarios
Publicar un comentario