Escrita
e ilustrada por Shaun Tan
Traducido
por Lidia Pelayo Alonso
Publicado
por Barbara Fiore Editora
Recomendado
para jóvenes lectores
Libro
álbum – Literatura australiana
No todo libro álbum, álbum o libro con
ilustraciones son para niños. De ello dan fe Edward Gorey y Shaun Tan, entre
otros autores. No nos malentendamos, no hay nada que un niño no pueda o deba
ver en estas páginas (aunque algunas de Gorey puedan ser profundamente
problematizadoras), es sólo que obras como Emigrantes
o Cigarra, tocan con mayor facilidad
el corazón, la experiencia adulta. Tomemos como ejemplo Emigrantes y La cosa perdida,
ambos de Tan. Podríamos afirmar que ambos
tratan del extrañamiento de quien está en un lugar diferente al de su
cotidianidad, pero Emigrantes, sin
absolutamente una palabra, muestra las vivencias desde el punto de vista del
adulto, del día a día adulto que tiene intereses diferentes al día a día de los
niños. La cosa perdida, por otro
lado, toca el tema del extrañamiento desde el elemento infanto-juvenil, siendo
profundamente empática en esa perspectiva. De hecho, la cosa como tal, lo que
no puede entenderse, el extraño, el migrante, es ayudada por un chico que,
aunque desconoce mucho del mundo burocrático, orienta a la cosa desde sus
sensaciones, sus percepciones y su empatía. En Emigrantes es el adulto protagonista quien se encuentra en terrenos
que les son desconocidos; en La cosa
perdida, el foco se encuentra en el chico que ayuda al extraño.
Cigarra
es una obra que pueden entender los niños. Palabra a palabra, imagen a
imagen, pero que está dirigida al corazón adulto. Su trama es absolutamente
sencilla, la de la opresión y la libertad. Trata de Cigarra, quien vive entre
humanos y trabaja en una empresa grabando datos, día a día vive la indiferencia
y la explotación durante diecisiete años. Luego, cigarra es jubilada, con la
misma indiferencia, pero, por supuesto tiene un secreto. Si mal no he
entendido, las cigarras tienen un período de vida, que varía de entre 2 a 17
años, como ninfas. Tiempo en el cual viven bajo tierra alimentándose de la
savia. No hay canto en ese momento, no hay madurez. Después de esos 17 años,
las cigarras salen de la tierra, adquieren su forma adulta, con la que pueden
vivir tres o cuatro semanas, buscando aparearse cuantas veces puedan. Es este
momento el de su canto.
Hay un momento en Cigarra, cuando nuestro
personaje es jubilado, que sube las escaleras y se sienta en el borde de una
esquina en lo alto del edificio mirando hacia abajo. ¿Se suicida?, ¿es una
metáfora de la muerte?, ¿es una metáfora de la madurez?, ¿somos niños mientras
estamos sirviendo en el sistema (el tema político y económico es inevitable
cuando ves a Cigarra en medio de un laberinto de cubículos completamente
solo)?, fueron algunas de las preguntas que nos hicimos con Elizabeth mientras
leíamos otra vez el libro.
Debe aclararse que Cigarra es un libro fuerte, es un libro que puede tocar temas
sensibles en muchas personas, pues la forma en que se describe la vida de
Cigarra es brutal y sin ningún tipo de embellecimiento, tan humana, tan real;
por eso, el momento en que rompe su exoesqueleto y se dirige con los demás a
ese paisaje de las guardas finales es bellísimo. Todo el libro es gris, con
excepción de esas últimas páginas.
Es breve, sus páginas son pocas, sus
palabras son escasas; pero cada una de las escenas plasmadas y descritas, nos
ponen ante el reflejo de nuestra propia vida, y nos brindan la posibilidad, el
consuelo, de un escape.
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