EL HOMBRE DE HIERRO



Escrito por Ted Hughes
Ilustrado por Laura Carlin
Traducido por Julio-César Santoyo
Publicado por editorial Vicens Vives
Recomendado para Lectores en marcha
Libro ilustrado – Fantasía
Literatura inglesa

     No me suele atraer el catálogo de Vicens Vives. En primer lugar porque suele tener muchas obras clásicas adaptadas, y en segundo porque reduce al público escolar lo que podrían considerarse unas hermosas ediciones. El hombre de hierro así lo confirma.

     Las ediciones escolares suelen estar impresas en papel bond o papel periódico; sospecho –no soy un experto- que esta edición se realizó sobre un propalcote de bajo gramaje. Las ediciones escolares, suelen emplear dibujos en algunas páginas y a menudo se trata de tonos de grises; esta edición emplea una enorme cantidad de ilustraciones, de todos los tamaños y distribuidas de diversas formas a lo largo del texto alfabético, de manera tal que el trabajo de Laura Carlin, soporta, acompaña, rodea y amplía de muchísimas maneras el texto de Ted Hughes. Ambos son protagonistas del libro. El resultado es una edición cuidada, bella, atractiva; un libro que dan ganas de guardar en tu biblioteca a pesar de su objetivo netamente escolar (maldito sea el aparta de actividades que afea la edición, así como el innecesario vocabulario).

     El hombre de hierro no tiene nada que ver con Superman o Iron-Man, pero sí con un producto de la Warner Bross, El gigante de hierro. Por fortuna, ambos productos son diferentes y bellos a su manera, aunque se subraya que la película no afea el libro de Hughes.

     El hombre de hierro narra la historia de una gigantesca criatura humanoide que come hierro y devasta un pueblo comiéndose los autos y los tractores, lo que, por supuesto, lleva a que la población busque la manera de detenerlo. Las cosas se complican cuando además un gigantesco, verdaderamente colosal, murciélago-ángel-dragón que exige ser alimentado con cosas vivas. El enfrentamiento entre ellos no es físico, sino que la oposición se ejerce a través de la astucia, de la inventiva, de saber leer las fortalezas y debilidades del otro. Por otro lado, además del ingenio del relato y las bellísimas imágenes de Laura Carlin, están las metáforas y símiles que emplea Hughes; el lenguaje que se trasluce en la traducción (que no le teme a las palabras difíciles, y que es elegante y respetuosa con el lector) muestra gran nostalgia no exenta de toques de humor (esa primera escena donde el hombre de hierro se despeña y sus partes se buscan por toda la playa es impagable y bucólica).

     Olvidemos por un momento que El hombre de hierro está destinado al mercado escolar, y tendremos una edición mimada de un relato que cae bien, por su calidad, por su belleza, por su ternura, en cualquier momento.

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