Escrito
e ilustrado por Bernardo Fernández, Bef
Publicado
por Cohete Cómics
Recomendado
para Grandes lectores
Novela
gráfica – narración gráfica
Esta es una historia sobre la pérdida, la
redención y el encuentro con un autor. Uno de esos encuentros que te cambian la
vida, que incluso le otorgan un sentido. Es también una historia sobre el
consumo de droga y el ego y una advertencia. Es una historia sobre otros
tiempos, tiempos donde por amor al arte todo estaba permitido, y tiempos
también donde el mundo era mucho más grande. Es también la historia del paso de
un escritor, William Burroughs, el Tío Bill, por México.
Lo primero que atrapa de Uncle Bill es el tamaño desaforado de
sus trazos. En algunos momentos se siente como si el papel le quedara pequeño a
Fernández, como si necesitara muros del tamaño de una catedral para poder
narrar. De alguna manera, aunque no me tocó vivirla ni leerla, hay algo en esos
trazos y ese estilo de dibujo que me recuerda a la revista MAD. A la idea que
tengo de la revista MAD.
Para entender este relato ha de tenerse en
cuenta que una parte comienza en 1950 y la otra en 1990. En 1950 comienza el
relato de Burroughs y su encuentro con Joan, quien sería su mujer, y el inicio
de la cadena de sucesos que los llevaría a México. En 1990 asistimos a la
historia de Fernández, como se encuentra con la obra de Burroughs, y cómo
inicia su historia de amor en ese mundo donde no siempre era sencillo encontrar
la obra de tal o cual autor.
Hay que entender que todo lector tiene su
amor literario, aquel autor que lo obsesiona y lo desvela. A lo largo del
tiempo el mío ha sido King, aunque también he adorado a Borges, Cortázar,
Tolkien y Víctor Hugo. Así, todo lector ha esperado por un libro en vano o ha
esperado esa edición, justo esa edición que ha querido más que cualquier otro
libro. En ese sentido, el relato de Bernardo Fernández es el arquetipo de la relación
de un lector con el autor, con ese amor literario, con ese autor que le cambia
la vida, que se la ordena, orienta o desordena, pero que está ahí para quedarse
y convertirse en una referencia constante.
Así, debe entenderse que el relato
reconstruido de Burroughs por México, es el relato de un amante por su objeto
amoroso. Asistimos así a la reconstrucción de la vida de Burroughs, su relación
con Joan –atípica porque Burroughs era homosexual-, su relación con los
hombres, con otros escritores como Ginsberg o Kerouac, pero sobre todo su
relación con la droga.
Más allá de eso, sin embargo, hay un momento
que comienza en la página 121, cuando Fernández, que se dibuja con esa pinta de
geek marginado de los 80´s, comienza
a interpelar directamente a Burroughs. “¿Sentiste lo mismo al llegar al planeta
México Bill? ¿Qué sintió Joan?” y luego, en esa misma viñeta, un cajón de voz
en off, casi tímido, venido a menos, asoma: “¿Puedo hablarte de tú, Bill?”
Luego va haciendo u paralelo con un viaje que tuvo a Marruecos y las vivencias
que probablemente Burroughs ha tenido en Marruecos y en México hasta ponerlo en
contacto, relacionarlo con H. P. Lovecraft, quien fue su profesor. Esta
disquisición finaliza en la página 136, lo hace en la última viñeta, con dos
cajones de voz en off:
“1951. Sostienes un arma, Bill.
2013. Yo, solo soy capaz de sostener un lápiz”
El resto se va de prisa. Rueda de forma
rápida. Se retoman las principales escenas, se dibujan los cuadros principales
desde otra óptica. Se oye un bang que
se falla, una vida que se pierde, la vida de un escritor que comienza. El resto
hay que leerlo.
Sorry, I didn't understand.
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