Concebido por Danielle Castellano y Bruno Zocca
Publicado por Rey Naranjo Editores
Recomendado para los pequeños
Álbum – Narración gráfica
Érase
una vez…un astronauta, un viajero incansable del espacio profundo. No,
mejor no. Mejor…
Érase
una vez… un buzo, un viajero incansable del espacio profundo. No, mejor no.
Mejor…
Érase
una vez un buzo y un astronauta, quienes viajaban desde las profundidades
de su propio espacio y viajaban para encontrarse…
Hace mucho tiempo quería leer este libro
del que no sabía nada, excepto que era un álbum, es decir, un libro que se
comunica solo a partir de las ilustraciones, y que en su portada se encontraba,
sobre fondo negro, un astronauta. Sobre él, y sobre el fondo negro se dibujaban
extraños caracteres para mí indescifrables –nunca entendí las explicaciones de
Poe en El escarabajo de oro-. No
sabía qué iba a encontrar, pero la espera me llenaba el futuro de promesas, me
dibujaba unas páginas donde todo era posible.
Lo primero que descubrí es que la
contraportada no existía. A la manera de El
bastón azul/La caja azul, Radar presenta
una doble entrada. Así, una cara, la
del astronauta, es la parte contada por Daniel Castellano, en tanto la otra
cara, la del buzo, es ilustrada por Bruno Zocca.
La historia en sí es sencilla, es la
historia de una busca y de un encuentro, es una historia concebida en negro
sobre blanco. De un lado, al azar, digamos que del buzo, se sigue el camino del
personaje principal en el fondo del océano donde encuentra un aparato al que le
falta un botón. El buzo navega, se encuentra con peces, con una ballena; navega
en una suerte de océano fantasmagórico delimitado por un juego de luces sobre
tonos claros de gris. El buzo, de trazos redondeados, comienza a avanzar,
encuentra una cueva por la que asciende y llega a una caverna en una isla. Al
salir, lo primero que encuentra en el botón que le permite accionar el aparato
en cuya pantalla aparecen unos extraños caracteres. El buzo sale y se encuentra
en medio de una isla donde llega un sujeto en un traje de astronauta
atravesando el cielo soportado en una suerte de jetpack. Intentan comunicarse sin éxito, hasta que encuentran una
libreta sobre la cual ambos dibujan. El lector se da cuenta que los rasgos de
ambos personajes, pueden ser de adultos, adolescentes o niños. Del otro lado,
del astronauta, nos encontramos una historia similar, solo que la oscuridad es
más acentuada y el contraste con el blanco es lo que permite el surgir de las
figuras. Sospechosamente la figura de una ballena se repite. Al final, en el centro, ambos personajes
completan la figura de un encuentro autoreferencial que da a entender, quizá,
que el encuentro ha tenido lugar muchas veces en la historia.
Radar
no es un libro sencillo. En un libro pleno de detalles que se alimentan de
la rica veta del símbolo, de tal manera que se pueden encontrar muchas
posibilidades a medida que las lecturas se sucedan. Con todo, no estoy aún
seguro si me gusta, si me termina de cuadrar, si no me parece demasiado
redundante, reiterativo de manera innecesaria. Tal vez me falta sumergirme otra
vez en la profundidad de sus espacios.
Érase
una vez…
Leído.
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