Escrito
por Madeleine L´Engle
Traducido
por Héctor Silva
Publicado
por Editorial Alfaguara
Recomendado
para Lectores en marcha
Novela
– fantasía – espiritualidad
Tengo sentimientos encontrados acerca de Una arruga en el tiempo. Llegué al libro
por la película homónima de Disney (que, por cierto decae en su último tercio)
y no me fue fácil encontrarlo. Por fortuna, las bibliotecas públicas se
muestran a menudo más poderosas que internet.
Una
arruga en el tiempo narra la historia la búsqueda de un padre por dos de
sus hijos, Meg y Charles Wallace, y un amigo de ellos, Calvin. Sin embargo, su
búsqueda está lejos de ser convencional, pues atraviesa el espacio tiempo, y
habrán de enfrentarse a la mismísima oscuridad. Por supuesto, en el camino
habrán de recibir la ayuda de tres entidades muy especiales, las Señores Qué, Quién
y Cuál.
Empecé diciendo que tenía sentimientos
encontrados acerca de esta obra. Ello sucede porque hay elementos de fantasía y ciencia
ficción mezclados en la obra. Tenemos, por un lado, una serie de criaturas
trascendentes que tienen la habilidad de arrugar el espacio y el tiempo para
poder avanzar entre los mundos e incluso entre dimensiones. Por otro lado,
tenemos un protagonista típico de muchos dramas juveniles, una niña que
atraviesa una fase de su crecimiento donde se siente sumamente insegura de sí
misma, además que afronta la desaparición de su padre, lo que la lleva a
convertirse en una alumna problemática. Así mismo, nos encontramos, como en Momo, como en La historia interminable, un adversario de aparente orden que busca
el orden y la consunción de todo lo existente. Hasta ahí todo está bien.
Publicada en 1962, Una arruga en el
tiempo parece haberse incluso anticipado a la inclusión de elementos de la
física cuántica en su trama y descripciones; señala incluso los límites del
lenguaje al momento de intentar describir lo indescriptible, como cuando Meg
busca hacer comprender a la Tía-bestia, quien no tiene ni ha necesitado nunca
la visión, que es el color o la luz. Sin embargo, lo que me molesta como lector
es la inclusión innecesaria de elementos religiosos en la obra, las señoras
Qué, Quién y Cuál, resultan ser ángeles guardianes, el mal se derrota a través
del amor y en un planeta sus habitantes cantan permanentes loas al creador. Estos últimos elementos son los que me dejan
un mal sabor en la boca.
Es importante reconocer que no existe un
discurso neutro, que todo discurso está impregnado de una intención ideológica.
Sin embargo, creo que podemos encontrar las posiciones de J.R.R. Tolkien o la
posición de C.S. Lewis. Dicho de otra forma, los valores religiosos de Tolkien
se pueden encontrar en su obra, pero a diferencia de Lewis, Tolkien no la
emplea como un panfleto en sí misma. Es lo mismo que sucede ahora, cuando se
considera en libros y películas que personajes de todas las razas y orientaciones
sexuales han de ser incluidos para ser políticamente correctos, en lugar de que
estos tengan un peso y una importancia real en la obra (lo que sí se puede ver
en un personaje tan bello como Patrick en Las
ventajas de ser invisible).
En contraste, se puede argüir que, así como
existen libros que esgrimen una posición política (de hecho el discurso
político en Una arruga en el tiempo
es bien interesante) y son celebrados por ello (Ejemplo de ello son: 1984, Un mundo feliz y Fahrenheit
451, entre otros), por qué no una obra abiertamente católica o musulmana o
judaica. Quizá porque estamos de acuerdo en el discurso ideológico cuando es
más admonitorio que laudatorio. Suele estar más perdido, dentro del arte, quien
celebra que quien es crítico.
En suma, Una arruga en el tiempo, es una obra que pudo haber sido mucho más
interesante sin la inclusión de elementos religiosos dentro de ella, pero que
mantiene el interés constante del lector, permitiéndole llegara su predecible final sin mayores sobresaltos. Por supuesto, esto también puede ser la ideología del lector resistiéndose.
Juro que escribí un comentario sesudo antes. por ahora: Leído.
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