Escrito por: David Almond
Ilustrado por: Dave McKean
Traducido por: Gonzalo Quesada
Editado por: Astiberri Ediciones
Recomendado para: Lectores en marcha
Libro ilustrado
Esta es una historia sobre la ira. Esta,
también, es una historia sobre la sublimación.
Me gusta la ira. Me gusta porque es un
sentimiento que suele ser juzgado y condenado. Debemos ser buenas personas,
comprensivos, tolerantes, juiciosos, tranquilos. No debemos dejarnos llevar por
la ira, la santa ira, la buena ira.
Me encanta encontrar libros que traten
sobre este sentimiento. Recuerdo ahora Fernando
furioso, aunque tiene un final aleccionador, nos dejamos llevar por la ira
y luego olvidamos porque nació, de donde nació. Su importancia. En contraste,
Donde viven los monstruos redime la
ira, y el lector de entonces se quedó buscando moralejas donde no debería
haberlas. Max es el rey de todos los monstruos, se lo merece, se lo ganó a
pulso. Si hay una parte que me gusta de Un
monstruo viene a verme, es aquella en donde Conor O´Malley destroza sistemáticamente
la casa de su abuela. Luego Conor hablara con su madre, y esta, en lugar de
censurarlo, lo incita a ello, a expresar su ira, sus sentimientos, cuando
quiero, do quiera.
Sin tener problemas de ira, reconozco que
es un sentimiento que he acogido de manera satisfactoria, que late en mí, que
está presto a salir, que me impele. Es el sentimiento que me acompaña cuando
escribo.
El espíritu de El salvaje es el espíritu de la ira. Blue Baker, un niño que ha
perdido su padre inventa una historia que es protagonizada por un salvaje. Una
historia de esas que dan miedo, donde hay “sangre, tripas y aventuras” (p. 12).
Blue Baker sabe que los finales felices no son la moneda más frecuente de
cambio. Así que Baker comienza a contar la historia de un niño salvaje que ni
tan siquiera sabe hablar, un salvaje que mata personas y se las come, un
salvaje que vive en el mismo lugar donde él, que a veces lo observa y que se
fija también en quien lo acosa. Porque, por supuesto, Blue Baker, quien ha
perdido a su padre, tiene un compañero que lo acosa y quien también tendrá un
encuentro con el salvaje; un encuentro que trasciende las páginas del cuento de
Baker. Y, sin embargo, ese encuentro es atemperado por Baker, contenido,
controlado, sublimado. Cada página escrita por Baker sublima su ira y la lleva
a un lugar más alto; convierte su sombra en algo que va más allá del simple
desahogo, lo convierte en arte.
Eso, precisamente, es El salvaje, una obra de arte. A eso ayudan las ilustraciones de
Dave Mckean, quien se solaza en la figura del salvaje, su encorvado cuerpo
semidesnudo, sus rasgos primitivos, su ternura, su felicidad. Una de las
mejores ilustraciones, que sintetiza todo esto que he mencionado, es aquella en
donde el salvaje cabalga hacha en mano un cerdo gigantesco bajo la luz de la
luna.
¿Qué es El Salvaje? La ira hecha arte en
palabras y trazos. La buena ira, la santa ira.
¡Uyyyy!
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