Autor:
Vicente Ferrer (Ed.)
Ilustrador:
Varios
Editorial:
Media Vaca
Diccionario
ilustrado
Recomendado para: los pequeños
El
diccionario que más recuerdo de niño es invariablemente el pequeño Larousse, un
monstruoso tomo pleno de ilustraciones que se hallaba dividido en dos partes;
la primera correspondía al diccionario común, en tanto la segunda tenía que ver
con personajes históricos y sitios geográficos. En aquella época, acudía
siempre al pequeño Larousse para resolver mis dudas.
Uno de los
recuerdos de aquellos días recae en una adolescente. Yo era apenas un niño que
acompañaba a su madre a visitar a una amiga, que para mi bendición tenía una
amplia biblioteca, en donde conocí esa colección de Grandes aventuras. Durante mucho tiempo me llamó la atención ver
esa chica de largas piernas y pantalones cortos que se sentaba bajo el sol a
leerse un mamotreto impresionante, un diccionario. Nunca entendía, pasados los
años, porque lo leía en orden si el sentido de la aventura era precisamente
encontrarse una sorpresa abriéndolo al azar.
Con Silvia nos
une –entre otras muchas cosas- el juego del diccionario, en donde un grupo de personas
toma una palabra extraña y le inventa un significado teniendo en cuenta el
modelo literario que plantea el
cementerio, como lo llamaba Cortázar.
El último
diccionario que tuve, es un voluminoso diccionario enciclopédico que me regaló
mi madre en mi época de la universidad. Durante varios meses lo fue pagando por
cuotas y aún hoy me acompaña.
Sin embargo
tengo que reconocer que los diccionarios, amen de las palabras que contienen,
son libros más bien aburridos y sin mayos atractivo. Los niños y jóvenes de hoy
en día parecen detestarlo; y dentro de las aulas de clase exigen a los docentes
que les digan los significados de las palabras. Ni siquiera recurren a los
celulares para consultar en la RAE.
¿Es
posible, entonces, acercarse a una nueva forma de presentación de un diccionario?
No se trata de reinventar el concepto si no de dotarlo de un mayor atractivo y
dinamismo que, sin desafiar la cómoda organización alfabética, pueda ser útil
al usuario.
El editor Vicente
Ferrer apostó por esa idea, siendo Mis
primeras ochenta mil palabras el resultado. Por supuesto, la idea de juntar
ochenta mil vocablos en lengua española para un diccionario de este tipo es
exagerada, sin embargo si responde al espíritu del proyecto. El concepto fue
simple, partiendo de definiciones de diccionarios diversos, se les pidió a un
grupo de 294 artistas de 20 países diferentes, que eligieran su palabra
favorita, la ilustrasen de acuerdo a la acepción deseada y la enviasen para ser
parte del proyecto. Incluso si el artista no hablaba el idioma español podía
participar, aunque invariablemente todas las palabras eran traducidas.
El sentido
del libro se halla en dos elementos. El primero a saber, el libro trae una gran
variedad de propuestas de ilustración; y el segundo, que se trata de las
palabras favoritas de los artistas en cuestión, lo que añade el elemento de la
lúdica y de la pasión al proyecto.
Por supuesto,
creo que aquella joven y tenaz adolescente de la que alguna vez fui testigo, no
podría reunir la disciplina de leer todas las palabras una por una, como si ábaco fuera más importante que zompopo, si no que se remitiría ala zar
de la exploración y el descubrimiento.
¿aaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhh?
ResponderEliminarMe encantan los diccionarios. En mi niñez y adolescencia jugaba sola o con mis hermanas a descubrir una palabra y adivinar su significado. Cada palabra es un tesoro y un diccionario reune miles.
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