La ciudad como texto: Grafitis.




Creo que los grafitis han existido desde siempre. Imagino en la vieja Mesopotamia, algunos tipos cuneiformes inscritos con rapidez en algún muro de palacio diciendo, Abajo Nabucodonosor. Muerte al Tirano!!!!!!!!!! o algo por el estilo. De mi niñez recuerdo uno en especial. Skin was here, decía. Nunca supe quien era Skin, ni porque había estado ahí, pero las palabras me parecieron de alguna manera tan poderosas que terminé construyendo un cuento y luego toda una mitología alrededor de él. De la dichosa pintada no sé que haya sido, la mitología algún día –espero pronto- verá la luz.

De mis años mozos también recuerdo una película que narraba la historia de un grafitero que devenía en artista reconocido (Creo que la película era Basquiat pero no daría mi brazo derecho por ello). Sin embargo en mi ciudad los grafitis no pasaban de decir cosas como Punk not death y otras por el estilo. Después se convirtieron en consignas a favor de uno u otro equipo B.R.S y F.R.V. Las iniciales dieron orígenes a escatológicas interpretaciones cargadas de ingenio y acidez. Por supuesto también existían las consignas antigubernamentales que en el último lustro aparecían intervenidas con aerosol, desdibujando el nombre de nuestro último mandatario.

Hace cinco años, más o menos, el panorama comenzó a modificarse. En las calles y en las cabinas telefónicas comenzaron a aparecer stenciles con ilustraciones más similares a las historietas que al tradicional corazón tembloroso. Fuzil, arma gráfica, creo que cantaban. Con el paso del tiempo otro tipo de ilustraciones comenzaron a adornar las paredes, algunas tenían que ver algo con lo gore y otras simplemente no tenían nombre ni identidad alguna.

Hoy en Cali es común ver diversas intervenciones en paredes, puentes y cualquier espacio público vacío que exista. No sólo llenan de color la ciudad sino que muchas de ellas tienen un fuerte carácter de protesta, denuncia y afirmación de identidad latinoamericana. Su trabajo ha llegado a ser tan bueno que en algunos casos han sido llamados por las empresas de servicios públicos para realizar ilustraciones en relación con el reciclaje.

Es curioso que de niños nos recordaran mucho un viejo refrán, la pared y la muralla son el papel del canalla. Hoy en día muchas cosas han cambiado, las intervenciones en textos alfabéticos y gráficos nos recuerdan que somos fruto de un violento mestizaje o nos denuncia los abusos sexuales de un sacerdote (que terminó convirtiéndose en una escabrosa figura gótica que aletea sobre nuestra ciudad, le freak) o nos ilustra las virtudes del reciclaje. Nos ha enseñado que es posible inscribir la historia de otra manera en nuestra ciudad y que las formas de dar a conocer nuestro potencial no se hallan en el campo editorial exclusivamente.

Quienes hoy se asoman por las ventanillas del transporte público o privado pueden mirar con detenimiento la colorida figura de un indígena embera o la siniestra silueta de le freak. De una u otra forma sentirá que las paredes de la ciudad le están hablando.

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