Escrito por Jeffrey Konvitz
Traducido por Teresa Snajer
Publicado por Círculo de lectores
Recomendado para jóvenes lectores
Novela – terror
Cuando joven fui un lector
omnívoro. Leí todo lo que caía en mis manos y tuviera letras. Eso implicaba las
indicaciones y contraindicaciones de los medicamentos, los catálogos de
productos y lo que estuviera en las estanterías de las bibliotecas del colegio
y de mis amigos. Leí a Dostoievski sin saber quien era y me tragué todo lo que
pude de él (no me pregunten de que trataban sus libros, tengo un vago recuerdo
del ambiente y de que los diminutivos rusos son más extensos que los nombres
originales), lo mismo que Tolstoi y Richard Bach. Mi mente no hizo distinción
alguna entre clásico literario y literatura popular. Leí como si no hubiera un
mañana. Algunas de estas lecturas dejaron una honda impresión en mí. Una de
estas obras fue El guardián.
De El guardián recordaba que fue
una obra que me dio auténtico terror. Recordaba que el mal ganaba al final y
que tenía una atmósfera opresiva. No recordaba, no podía recordarlo porque no
lo sabía en ese entonces, que la obra estuviera tan mal escrita. Hace poco en
función de uno de los clubes de lectura recomendé El guardián en virtud del
adolescente que había leído ese libro. Recomendé esas páginas sin haberlo
revisitado y fue uno de los peores errores que cometí.
El guardián, más que malo, es una
enorme colección de clichés y despropósitos con una búsqueda meramente
efectista, el equivalente a esas películas que se sostienen solo con los jumpscares.
Ningún adulto debería tener que leer este libro. No es entendible como tuvo
millones de ejemplares vendidos, y entonces echo una mirada a la lista de los
libros más vendidos y encuentro en ella muchos libros dirigidos a los jóvenes
adultos (YA, por sus siglas en inglés). Entonces entiendo todo.
Creo que fue King quien dijo que los
escritores deben leer de todo, incluso malos libros, sobre todo malos libros,
con el fin de aprender lo que no debe hacerse. Con la literatura pasa lo mismo.
Al principio somos lectores omnívoros que están aprendiendo a construir sus
gustos y para ello acudimos a cualquier cantidad de material escrito que pasa
por nuestras manos. De esta manera aprendemos a discernir aquello que nos gusta
de lo que no nos gusta, aquello que nos parece bien escrito de aquello que es
ilegible. El papel de los mediadores y de los padres, principalmente, es
permitir que dentro de todo ese material se encuentre literatura de calidad
para que el contraste sea evidente. Me explico, el papel de los mediadores no está
en señalar que libros son buenos y cuales malos, si no de poner a disposición material
bueno para que los lectores en formación aprendan a distinguir por sí mismos lo
bueno de lo malo. Es importante también respetar que, a menudo, bueno y malo
son categorías que se van construyendo y que algunos puedan seguir prefiriendo
a Richard Bach sobre Shakespeare a pesar de que a nosotros nos parezca un
despropósito.
La lección final, puesto que hay una moraleja en este caso, no recomienden a ciegas a otra persona un libro que los acojonó en su adolescencia sin haberle echado un ojo antes.
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