HELADOS CIBERNÉTICOS



Escrito por Antonio Mora Vélez
Editado por Caza de libros
Recomendado para jóvenes lectores
Colección de cuentos – Ciencia ficción

     La infancia de la ciencia ficción no tuvo nada de glamorosa. Reconozcamos que ha tenido antecesores destacables y nobles como Frankenstein o De la Tierra a la Luna o La guerra de los mundos.  Sin embargo, hubo un momento, por allá en 1929 cuando Hugo Gernsback dio su nombre a la ciencia ficción y antes de la aparición de John W. Campbell como editor, en que la ciencia ficción fue una tierra de nadie, una tierra salvaje que construía su propias reglas a medida que avanzaba. Era una tierra infame, todo hay que decirlo, en donde pocos escritores en verdad han sido recordados.

     Por supuesto, esa es la historia norteamericana de la ciencia ficción. En, en aquel momento, la Unión Soviética escribía su propia historia, con mucho sarcasmo y ateniéndose a muchas de las normativas del partido, pero hacía su propia historia; en tanto en oriente la historia es menos clara para el profano y, quizá, muy difícil de seguir para el docto. Sabemos empero, que nos heredaron los mechas y los monstruos gigantescos. En Colombia, la cosa ha sido diferente.

     En Colombia hay que entender, por ejemplo, que las vanguardias casi no tocaron la historia de la literatura. Se menciona a León de Greiff y a Luis Vidales en estos casos, pero poco más. Colombia, durante mucho tiempo fue pacata y costumbrista, al menos hasta que la periferia se la tomó.  Con todo, mientras Estados Unidos y Europa se atenían a una segunda y, quizá, a una tercera revolución de la Ciencia Ficción, en Colombia sólo hubo dos escritores que se acogieron a las reglas de la ciencia ficción: René Rebetez y Antonio Mora Vélez. Tenemos nuestra protociencia ficción es claro, pero nuestros Gernsback y Campbell, todo a la vez, fueron Rebetez y Mora Vélez. A golpe de letras, ellos (se) hicieron la ciencia ficción colombiana.

     Helados cibernéticos tiene mucho del nacimiento de la ciencia ficción. Mucho relato tesis, mucho intento de enviar un mensaje acerca de lo que la ciencia y la tecnología podían representar para el ser humano, muchos cosmonautas, muchos discursos, muchos relatos en los que el conflicto no existe o es un conflicto de tipo filosófico, incluso metafísico, antes que un conflicto donde los elementos que se contraponen son claramente visibles o evidentes. Así sucede con relatos como Anders y Estíbalis, Ejercicios fílmicos o Extraño aterrizaje. Empero, hay otros, más extraños y difíciles de seguir, como La entrevista –con homenajes a diversos autores en múltiples niveles, al punto que muchas referencias pueden perderse- o el relato que le da nombre al volumen. Relatos que empiezan a confluir en otros tipos de relatos de ciencia ficción, en tanto hay otros que se acercan a la fantasía o que se ríen de sí mismos como El abominable hombre de las nieves o Sueño profundo.

     Los relatos de Helados cibernéticos se localizan en los 70´s y 80´s (con un par de excepciones que pertenecen al siglo XXI) caracterizándose por ese sabor de las cosas nuevas, de las cosas que todavía no se han terminado de definir, las cosas que crecen en las tierras salvajes, tierras infames donde cada quien sobrevive como mejor puede, con forajidos implacables de ojos soñadores, ojos de ciborg, como Antonio Mora Vélez.

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