Autor: James Rhodes
Traducido por: Ismael
Attrache
Editorial: Blackie Books –
Rey Naranjo Editores
Recomendado para: Grandes
lectores
Testimonio – No ficción
Conocí las variaciones
Goldberg hace mucho tiempo en un libro en que las ponían como ejemplo de como
la teoría del caos se expresaba en el arte, más concretamente la idea de
fractales. El libro en cuestión era Gödel,
Escher, Bach: Un eterno y grácil bucle de Douglas Hofstadter. El abordaje
sobre la obra de Bach, por supuesto, era de un corte más académico que
estético, y aun así dejaba traslucir una inmensa admiración por la obra del
compositor barroco. Ese primer
acercamiento fue motivo suficiente para que empezara a ver la música clásica
como un conjunto de notas que por lo general no me dicen nada, y empezar a
entenderla como una inmensa arquitectura de tonos, volúmenes y armonías. Hago
esta aclaración porque soy sordo de capirote, una de esas personas que puede
ajustarse tranquilamente un reproductor al oído y escuchar una cantidad enorme
y ecléctica de temas musicales, sin poder decir porque le gustan y
convirtiéndola al poco tiempo en un simple ruido de fondo. Para mí, a
diferencia de muchas personas, la música es solo un estímulo que puedo
abandonar sin afligirme en demasía.
Para James Rhodes, por
supuesto, la música es mucho más que un mero estímulo, convirtiéndola en el eje
alrededor del cual pudo reconstruir su vida. Y ha de entenderse, en este caso,
que Rhodes no es un escritor, es principalmente un concertista de piano con
cinco discos a su haber y un aura de polémica en el Reino Unido y en el mundo
de la música clásica. Un concertista que se devuelve a su infancia para
reconstruir, para sí mismo, para el lector, como la música clásica se ha
convertido para él en un elemento sagrado, redentor.
Instrumental. Memorias de música, medicina y locura, es un libro
alrededor del cual se ha levantado un aura de morbo, puesto que aunque su
principal interés, de acuerdo a su autor, es hablar de la importancia de la
música clásica y su significado en el mundo actual, una enorme cantidad de
páginas son dedicadas al trauma que generó en Rhodes la violación constante y
sistemática que sufrió por parte de un docente de gimnasia durante al menos
cinco años. Nadie, reitero, nadie puede salir de esa situación brutal y
despiadada indemne. Nadie puede quedar entero, ni a nivel psicológico ni a
nivel físico, después de haber pasado por esa situación. Nadie, hombre, mujer,
niño o anciano, independiente de su orientación o identidad sexual, debería ser
violado, ni su violación ser considerada justa o estar dentro de lo normal o
justificada de cualquier forma. Rhodes, sobrevivió, aún busca como sobrevivir,
y agradece principalmente a la música, a Bach, el hecho de aún permanecer con
vida.
Por supuesto, gran
parte del hilo conductor de este libro sigue a Rhodes y la forma en que fue
afectado por la violación sufrida y cómo esto lo sumergió en una espiral de
autodestrucción de la cual solo pudo redimirse a través de la música clásica,
primero escuchándola y luego interpretándola,
a una edad muy tardía para lo que se considera normal en este pequeño
sector del mundo.
Cada capítulo,
denominado tema, comienza con una anécdota alrededor de una pieza o un
compositor de música clásica, en donde el lector descubre que esas obras que
han impactado la cultura occidental, fue producida por un montón de gente
herida, rota, jodida de una o varias formas. Más allá del morbo, empero, aunque
las palabras de Rhodes dan pie para volver una y otra vez a este sentimiento,
el autor también va constituyendo una suerte de manifiesto acerca del estado de
la música clásica en la actualidad, en donde son premiados grupos como Il Divo por encima de los grandes intérpretes
instrumentales; la producción por encima del talento. Así mismo, no se puede
dejar de decir que el libro está acompañado por una banda sonora –así la denomina
Rhodes- de libre acceso (http://bit.do/instrumental.)
que puede acompañar la lectura de cada uno de los 20 capítulos en los que está
dividido el libro.
Pero más allá de todo,
y como está esbozado en las palabras de la contraportada, este es un libro
sobre el amor a la vida, y sobre cómo la música puede redimir, puede
reconstruirte a pesar de lo roto que puedas estar.
Me
violaron a los seis años. Me
internaron en un psiquiátrico. Fui drogadicto y alcohólico. Me intenté suicidar
cinco veces. Perdí la custodia de mi hijo. Pero no voy a hablar de eso. Voy a
hablar de música. Porque Bach me salvó la vida. Y yo amo la vida. (Rhodes, 2015, contraportada)
La música puede salvar el planeta
ResponderEliminar¡Qué buena esta reseña!
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