Autor e ilustrador:
Bill Watterson
Editorial: Ediciones
B
Recomendado para:
Lectores en marcha
Tiras cómicas
Recuerdo que de niño uno de mis
mayores placeres era esperar a que llegara el domingo para deleitarme con la
edición dominical. En El Espectador eran Los Monos, en El Tiempo eran las Tiras
Cómicas, así como en El País, si la memoria no me falla. Mi madre, desde lo que
recuerdo, era una gran lectora de periódicos. En cuanto le dejaban algún tiempo
los oficios leía el periódico con detalle, en especial la página judicial.
Entre tanto, yo no perdía tiempo alguno para dedicarme a las tiras cómicas. Ahí
seguía con fruición las aventuras de Spiderman, así como las de Mandrake,
Roldan el Temerario, Tarzán, Lorenzo y Pepita, Educando a papá, Olafo el amargado
y, recuerdo, mis primeros momentos de erotismo en papel, fueron con Modesty
Blaise, quien se desnudaba impúdicamente dando la espalda al lector.
A medida que crecía me encontré
con los denominados comic books, en
este caso de Mafalda y Garfield. Durante muchos años las tiras del gato
gordinflón alegraron muchas de mis tardes (en los últimos días di de nuevo con
unas cuantas y confieso que no he dejado mi adicción). Sin embargo mi corazón
se lo llevó sin ninguna duda el gran Calvin & Hobbes.
Esta tira cómica de Bill
Watterson sigue hoy haciendo las delicias tanto de niños como adultos, debido a
su balance entre fantasía, filosofía, humor y ternura. Si Mafalda había marcado
toda una época en Latinoamérica mezclando vida cotidiana y pensamiento
político, la obra de Watterson crea infinitos mundos posibles al enfocarse no
sólo en la vida de un niño de 6 años, sino en sus infinitos alter egos, y su relación con Hobbes, el
tigre de peluche.
Aunque
suele considerarse que las tiras cómicas –que la narración gráfica en general-
es solo cuestión de dibujar y ser ingenioso, en realidad la realización de
estas obedecen a reglas muy rígidas, debido principalmente a que en un
principio fueron diseñadas para ser publicadas en los periódicos. Una tira
dominical debe tener determinado número de viñetas, determinado número de
palabras por viñeta (alrededor de 30, si mal no estoy), un lenguaje propio y,
sobre todo en Estados Unidos, obedecer de manera fiel a la mirada alerta de los
diversos Syndicates y asociaciones de
padres. Muchas de estas determinaciones fueron violadas por Calvin &
Hobbes, en algunos momentos de manera tan sencilla como en aquella celebre
secuencia en que Calvin & Hobbes bailan la música clásica que han puesto a
78 rpm.
Uno de los elementos más relevantes
para mí en este volumen en particular (se trata de diez volúmenes en total, de
los cuales parecen haber llegado a Colombia solo los números 5, 6 y 7) es que
comienza con Una noche nauseabunda,
un poema gráfico, además de ser prologado por Charkes M. Schulz, el creador de
Snoopy. Para los interesados, el número 5 (El gran Calvin & Hobbes
ilustrado) comienza también con 7 de estos poemas, aunque son menos elaborados
a nivel gráfico.
En todo caso, para niños, para
adultos, Calvin & Hobbes no tiene desperdicio alguno.
Soy una mafaldista hasta en la sopa. ¡Mentiras! me encanta Calvin.
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