Autores:
Sharpball (Hermanos Jiménez y Andrés Cruz Barrera)
Editorial: Appsolutios.co (Programación y
desarrollo)
Recomendado
para: Jóvenes lectores
Aplicación
– Libro electrónico – Novela gráfica
En
1985 tuvo lugar en nuestro país uno de los capítulos más funestos de esta
guerra intestina que nos consume, la denominada Toma del Palacio de justicia,
por parte del entonces grupo guerrillero M-19. Si bien las acciones del grupo
guerrillero fueron funestas, no lo fueron menos las ejercidas por el Ejército
en busca de retomar el control de este baluarte simbólico del país. El resultado,
amén de la quema de la casi totalidad del archivo de los procesos que allí se
llevaban, fue un gran número de muertos, de uno y otro bando, pero ante todo,
lo que queda como una mancha de ignominia para la nación, fue la desaparición
de un número importante de personas –aunque después de 0, todo número de
desapariciones es importante-, constituidas casi en su totalidad por población
civil. Sólo una de esas personas pertenecía al M-19.
El
tema aún es fuente de polémica en Colombia, uno de los pocos responsabilizados
de estos hechos, el Coronel Plazas Vega, es defendido aún por un importante
sector de la población, que ve en él alguien que hizo lo que tuvo que hacer.
Sin embargo, ni siquiera el uso desmedido de la fuerza ante una situación
descontrolada como esta, puede justificar la desaparición forzada. Una cosa es
la muerte en combate por parte de quienes se enfrenten, avatares de la guerra,
del conflicto, o de cómo lo quieran llama; y otra cosa es la desaparición
forzada.
Aclaremos
el término. Desaparecer en este contexto implica que no hay una recuperación del
sujeto, ni vivo ni muerto, que se desconoce su suerte, su sino, su hado, el
término de su hilo. La desaparición, implica, más allá de la muerte, la
incapacidad de realizar el duelo por parte de familias y amigos. Al
desaparecido no se le ha determinado su destino. Todo lo que le rodea es
incertidumbre y dolor, es una herida que se niega a cerrar.
Los Once. Como un cuento sin
hadas, es el reconocimiento
a los desaparecidos en la toma del Palacio de justicia. Su formato es el Neo-noir, lo que en términos gráficos –
si mal no estoy, y tengo muchas probabilidades de estar mal, se traduce en una
profusión del negro sobre el blanco; en términos narrativos implica además que
se toman en cuenta importantes elementos de la novela negra, como el hecho que
no hayan personajes blancos o negros, buenos o malos, sino que se le da una
mayor relevancia a los contextos sociales.
Los Once, narra la toma del Palacio de justicia desde
el punto de vista de los avatares sufridos por las víctimas, representadas por
ratones, acosadas en un primer momento por los cuervos, el M-19, y luego por
las fuerzas del Estado, un perro que en ocasiones parece un mandril. Debe añadirse
que intencionalmente la narración abandona las palabras, deja que sea el lector
quien construya esos posibles diálogos, esperanzas trucas, declaraciones del horror.
Los Once se configura de esta manera en un documento
doloroso, que ayuda a sanar algunas heridas, que recuerda que las raíces de
nuestro conflicto no vienen de los últimos dieciséis años, sino que se
extienden a lo largo y ancho de nuestra búsqueda de configuración como nación. En
esta misma línea de ideas es una afirmación que la narración gráfica va mucho
más allá de los superhéroes o las tiras cómicas, convirtiéndose en asiento de
ideales políticos y/o sociales.
Para
finalizar conviene recordar que este proyecto en particular se afinca en el
campo de las aplicaciones para tabletas, que no se consigue en papel,
conquistando de manera involuntaria otros medios de comunicación, otros
soportes para la comunicación y transmisión de información.
ufffffffffff. Leído.
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