Autor:
Kenneth Grahame
Ilustradora:
Elena Odriozola
Editorial:
Anaya
Recomendado
para: Lectores en marcha
Libro
ilustrado
El
recuerdo, por supuesto, proviene de la niñez. Se trata en este caso de una
serie de televisión. De niño era terriblemente solitario y amen de los libros
me acompañaba la televisión. Uno de mis más grandes recuerdos es el de El viento en los sauces. Bueno, recordar,
no recuerdo mucho. Recordar, recuerdo a Mazinger Z y al Capitán centella, pero El viento en los sauces es una memoria
más antigua. Más bien se trata de una suerte de
sensación placentera y una sola imagen, la de Sapo a bordo de un automóvil,
quizás un Ford T, con una bufanda y gafas de aviador. Y por supuesto, un
recuerdo general de cotorreo, de alguien que jamás puede callarse ni aunque su
vida dependa de ello.
Eso me hizo
en los dos últimos años preguntar por el libro en el que se basaba la serie. No
con mucha fuerza ni muy insistentemente, pero si con cierta frecuencia. Danny
sólo tenía a mano la versión en inglés y cuando quise leerla me di cuenta que
no podía. Como mi inglés es malo, casi tanto como mi noruego o mi swahili, lo
dejé a un lado y me olvidé del asunto. Hasta que hace poco, volviendo a la
Biblioteca del Centro cultural Comfandi, encontré esta bella versión de la
editorial Anaya.
Al tomarlo
lo primero que llamó mi atención fue el
lenguaje. El viento en los sauces es
considerado como uno de los más grandes clásicos en la literatura infantil y
juvenil, tanto en habla inglesa como universal. Sin embargo su lenguaje no es
simple ni reducido. Al leer muchos de los libros de hoy, me molesta ante todo
esa suerte de vocabulario controlado que tienen. Si se ven los libros de Elmer
o de Disney, se encuentran siempre elementos lingüísticos similares y
reducidos, destinados a tener la más amplia audiencia posible. Cunado tengo a
mano esos libros no dejó de recordar las palabras de Trelease sobre la razón
del éxito de las series de televisión. Tampoco puedo dejar de recordar a Friends, que tenía un gran éxito y un
vocabulario muy, muy reducido. Sin embargo el
viento en los sauces prescindía de cualquier vocabulario disminuido. Creo
que nunca hubiera podido leer ese libro en el idioma original, de hecho creo
que se necesita de un buen inglés para acercarse a un primer párrafo que en
español dice así:
Durante toda la mañana el Topo estuvo haciendo la limpieza general
de primavera de su casa. Primero con la escoba, después con el plumero,
subiéndose a las escaleras, los bancos y las sillas. También utilizó un cepillo
de enjalbegar y un cubo de albayalde. Al final consiguió llenarse de polvo los
ojos y la garganta, salpicar de albayalde toda su piel y que la espalda y los
brazos le doliesen bastante. (pp. 15)
El
fiel lector que haya legado a estas líneas, considerará que es sólo el empleo
de dos palabras extrañas lo que me hace mencionar el lenguaje. Empero, más
adelante cuando topo se encuentra con Rata, esta hace una descripción de su
relación con el río en el siguiente tono,
-Junto a él, y con él, y
encima de él, y dentro de él –dijo la Rata- Es mi hermano y mi hermana, tías,
familiares, comida, bebida y (naturalmente) lavabo. Es mi mundo y no quiero
ningún otro. Lo que él no tiene, no merece la pena tenerse y lo que él no sabe,
no merece la pena saberse. (pp. 20)
Como
se puede ver no se trata de palabras extrañas, sino de la poesía que hay implícito
en él, algunas veces empleada tan sólo para describir una cesta de comida,
Sacó la cesta del almuerzo y dispuso en ella una comida
sencilla; recordando los orígenes y preferencias de la forastera, tuvo buen
cuidado de incluir una barra de pan de un metro de largo, una salchicha donde
cantaba el ajo, algo de queso que gritaba solo y un frasco de cuello largo
cubierto de paja que contenía el brillo del sol embotellado, entrojado y
embarricado lejos, en las vertientes del sur. (Pp. 150)
Incluso
hay un fragmento que prefigura a Tolkien y sus hobbits,
Y tú, tú también vendrás, joven hermana, porque los días pasan
para no volver y el Sur aún te está aguardando. ¡Acepta la aventura, escucha la
llamada, no sea que pase el irrevocable momento! No es más que cerrar de golpe
la puerta detrás de ti, dar un alegre paso hacia adelante ¡y sales de la vieja
vida y entras en la nueva! Entonces, algún día, dentro de mucho tiempo, regresa
a casa si quieres, cuando hayas vaciado la copa y el juego haya terminado, y siéntate
al lado de tu río tranquilo teniendo por compañía un cargamento de valiosos
recuerdos. (Pg.
152)
No
es le lenguaje lo único que se observa en esta obra, por supuesto. No puede
dejarse atrás la viva construcción de los personajes; cierto intento de llamar
a la norma, al más narcisista de los personajes, quizás sólo semejante a Porthos
en presunción, el inigualable Sapo. El personaje de mis recuerdos, quien llega
a robar un auto, estar en prisión, fugarse y robar un caballo, sin por ello
dejar de ser un buen amigo y una magnífica persona.
Punto
adicional merecen las ilustraciones de Elena Odriozola, quién construye unas
bellas y minimalistas escenas, en donde el personaje principal siempre es el
bosque. El empleo de las diferentes tonalidades de verdes brinda una calidez invernal
y una suerte de nostalgia do quiera se contemple.
En
suma se trata de una bella edición, en donde el trabajo de la traductora, Lourdes
Huanqui, merece también nuestra admiración.
Una
edición que debe tenerse en casa para leerse junto a la chimenea, aun cuando se
viva en el brutal calor de estos tiempos.
Una reseña hermosa para un libro hermoso. La ilustradora también debe estar enamorada del libro, sus dibujos dicen tanto que se puede leer una historia en cada uno.
ResponderEliminarY acompañarlo con un chocolate caliente, hermosa reseña!!!!
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