Acerca de Google Books, los escritores y la promoción de lectura (interludio a las bibliotecas)


Recientemente los diarios recogieron un hecho asombroso ante el cual algunos apenas estamos reaccionando. Google Books ha venido escaneando a diestra y siniestra cualquier tipo de material impreso existente. Ya no se limita a contenidos descatalogados sino que asume que cualquier cosa impresa es digna de ser escaneada y publicada completamente en la web con compensaciones ridículas a los autores.
En principio aquellos que leemos en formato electrónico no tendríamos ninguna queja para ello. Sin embargo no deja de ser ridículo (las ventajas del mundo capitalista) que mientras Argentina cierra dos webs por difusión digital de material con derechos de autor aún vigentes y condena a la cárcel a su autor (las webs en particular difundían la obra de dos filósofos de cuyos nombres no me acuerdo –se ve que la filosofía no es mi fuerte) no parece importar a nadie que este gigante electrónico esté haciendo lo que quiere, violando los derechos de autor y aplazando un juicio que revolucionaría de una u otra forma el mercado del libro tal y como lo conocemos. La pregunta surge claro, ¿Por qué Google puede y un autor Argentino que no tenía interés económico no puede?
Cada vez más son los sitios que se dedican al intercambio de libros digitales de manera desinteresada los que son atacados con virus o son cerrados por violar derechos de autor, en tanto Goole Books sigue en su tarea “democratizadora” con impunidad. Dejo abierta la pregunta.
Por supuesto los autores se quejan y reclaman al igual que las editoriales que dejan de percibir sus monstruosas ganancias. El fenómeno de Google Books, a pesar de todo, urge a cuestionarnos acerca de las posibilidades de los productores de cultura en el mundo digital. Se ha abierto todo un campo de investigación (hoy parece que a nadie le importa la investigación) en materias de mercadeo, distribución y producción cultural que debe ser repensado y reconstruido de alguna forma. Una vez más la cultura (música, literatura, cinematografía) se queda atrasada en cuanto a los desarrollos tecnológicos y lo hace de manera pobre y triste. Mientras Mario Vargas Llosa se queja de la pobreza de los libros creados para la pantalla (como si el formato fuera más importante que el contenido) Stephen King cierra tratos con Amazon para distribuir un libro escrito de manera para el Kindle. Mientras Google Books tiene un ejército de escaneadores, los narradores se quejan en lugar de buscar nuevas formas narrativas (aprovechando los elementos multimedia e interactivos) que sin perjuicio del arte los coloque en posición de negociar y de realizar exigencias.
Así vamos, esperemos a ver lo que sucede. A aquellos que no estamos aún siendo directamente perjudicados parece que lo que nos gusta es esperar el resultado de los eventos que nos avasallan…

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