Libro virtual, libro de papel.

Es inútil intentar alejarse de un tema tan caro tanto a lectores como a editores y promotores de lectura. Cada día se escuchan nuevos planteamientos y argumentaciones tanto a favor como en contra del auge del libro electrónico y de la caída del libro impreso. Sin embargo la discusión esta viciada y se mantiene en torno a preferencias personales como a requerimientos empresariales. No más.
La Random House Mondadori publicó hace poco un libro extraño llamado “El Libro Blanco de la sabiduría” de Ruiz de Amadis (autor apócrifo donde los haya) en él se realiza un juego entre edición (con apariencia de ser rescatado de entre las llamas, con un corte en una de sus esquinas), presentación (tiene múltiples ilustraciones), autoría (autor desconocido con una propuesta no sólo literaria y visual sino también lúdica) y mercadeo (basta ver el artículo publicado en el Tiempo sobre este ejemplar). Este volumen en particular es todo un argumento en contra de la edición de todo libro en formato electrónico. No sería lo mismo, no puede ser lo mismo un libro electrónico que un libro impreso y ahí se halla el error.
No tengo nada en contra el libro electrónico, hace ya varios años estoy suscrito a varias listas de intercambio de libros electrónicos donde casi puedo conseguir cualquier libro escaneado o en formato Word y/o pdf de fácil carga en una palm o, para quienes se lo aguantan, en un teléfono celular o hasta en un reproductor de música. Mi búsqueda se restringe cada vez más a libros que no puedo conseguir bien sea por costo bien por la dificultad de hallarlo en formato impreso en mi país del sagrado corazón. Ante mi torpeza para leer en inglés y mi impaciencia por la lentitud de las editoriales para su edición en español, descargué y disfrute con fruición en su momento, los últimos tres tomos de la Torre Oscura de Stephen King que hoy ya tengo en formato impreso. Debo decir, a su favor, que encontré la versión electrónica mucho mejor traducida que la versión impresa; debo decir, en su contra, que perdí la versión electrónica ya hace un año ante uno de los ataques epilépticos de mi computador. Debo decir que Plaza & Janes, encargados de la versión impresa, olisqueó un buen negocio en la página web que tenía estos libros a disposición de cualquiera y en lugar de denunciarlos por plagio se aunó a ellos y hoy los mantiene no sólo informados de sus novedades sino que, hasta donde entiendo, los ha hecho los revisores de sus publicaciones sobre King. Una decisión inteligente donde las haya. En este caso ambos ganaron. Por supuesto el Kindle aún no había sido lanzado y los debates de hoy no estaban presentes.
La principal preocupación de las editoriales ahora son sus márgenes de ganancias y los derechos de los autores con los que trabajan. Si esto se soluciona de manera óptima, es decir si las editoriales siguen percibiendo sus maravillosos márgenes de ganancia la rendición ante el formato electrónico ya está hecha para prejuicio de los lectores. En prejuicio en tanto los libros electrónicos sólo mantienen una novedad económica en costos y para la espalda de los lectores (cargar cientos de libros en un solo aparatejo en lugar de andar con una biblioteca de cientos de libros a nuestras espaldas o en bibliotecas que cada vez se extienden de manera vital es una ganancia en nuestro apretado mundo de hoy).
Por supuesto estamos ante la primera generación de libros electrónicos, sólo copias digitalizadas de los libros impresos, que aún tienen deficiencia a la hora de presentar imágenes (cuando veo fotos o pinturas en un kindle me da la curiosa sensación de bidimensionalidad que se experimentaba hace unas décadas con las polaroid). En la segunda generación creo que sólo está trabajando penguin books, que presenta libros con animaciones y otro tipo de aditamentos que en este momento no están muy claros. Esto pone de relieve que no se tratará en el futuro sólo de diferencia de formatos de lectura sino de presentación y edición de textos y es en este último caso donde el libro impreso tiene aún muchas batallas por presentar.
Reveo mi versión de “Los Misterios del Señor Burdick” (Crhis Van Allsburgh en edición del Fondo de Cultura Económica) y me centró en su diagramación y la espectacularidad de sus imágenes. Se que no lo disfrutaría tanto al verlo electrónico (de hecho en razón de mis actividades como promotor de lectura lo tengo escaneado y no me produce la inquietud que el libro en mis manos) y sé que su arte (diagramación y diseño) se perdería en un kindle o en un celular.
Diagramación, arte, diseño, tamaño son aún consignas que no se ha jugado la industria editorial. En tanto el libro electrónico sólo tiene su mismo tamaño de pantalla para presentar todos los textos, el libro impreso tiene todos esos factores con los cuales jugar además de texturas, colores y hasta tipografías. Por supuesto se trata de libros más costosos que los comunes, sin embargo recuerdo ahora la novela gráfica de Paul Auster, que ha sido publicada en versión de bolsillo por Anagrama y sé que no es imposible. Así mismo las opciones que editoriales como Alfaguara, que tiene libros con Cd´s que amplían (no reemplazan) la experiencia del libro, muestran que el libro impreso tiene aún muchas posibilidades en juego sobre todo mientras las oportunidades del libro electrónico están tan desaprovechadas.
Consulto en la enciclopedia encarta (que venía anexionada al trasto epiléptico en el que ahora escribo) acerca del uso de una palabra y encuentro una confirmación de mi último argumento al ver la multimedialidad de la encarta. Un libro electrónico exige una nueva forma de narrar. Una narración que puede y debe ser acompañada de material audiovisual y de audio al tiempo que la persona se encuentra leyendo (en libros impresos este tipo de intercambio o enriquecimiento con otros lenguajes ha sido entendido en ediciones como la de “Salta Cachorro”, que incorpora viñetas que no se hallan al pie de la narración sino que la enriquecen, o la del citado “Libro blanco de la sabiduría”), es decir libros con bandas sonoras y efectos visuales incluidos. Sin embargo como aún estamos lejos de esos nuevos narradores, debemos conformarnos con ediciones que sirven en versiones tanto impresas como electrónicas. Un ejemplo de esto es “Cabalgando la bala” de Stephen King, en donde el autor (que tiene un gran olfato para los negocios) realizó la primera publicación electrónica con venta de la que se tiene noticia y que ante el fracaso se publicó en formato impreso sin que ganara o perdiera nada (excepto en millones de dólares) el relato. Marvel ha cortado por lo sano y sin mayor aspaviento ha dado la opción a sus seguidores de pagar una membresía mensual para que lean en línea tantos comics como quieran mientras sigue con sus publicaciones impresas.
La discusión seguirá por supuesto, eso no hay que dudarlo, lo que si hay que dudar es que debamos rendir tan rápidamente la publicación impresa ante la electrónica cuando la batalla de formatos apenas esta dada y el libro electrónico siga desperdiciando toda su potencialidad.

Comentarios

  1. Mañana ya podremos saber qué pasa, pero recordemos que el teatro todavía existe a pesar de la popularidad del cine y de la televisión

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