El placer y la lectura



Leo “Corazón de Tinta” de Cornelia Funke. Encuentro un pasaje donde Meggie, la pequeña protagonista, ve un libro encerrado en una vitrina. Un libro con ilustraciones bellísimas, probablemente un incunable. Meggie se queda anonadada mirando el libro y su tía al verla le dice:
– ¡Sí, el arte de decorar libros! –dijo. –Antes sólo los ricos sabían leer. Por eso a los pobres les ofrecían imágenes que acompañaban a las letras para que pudieran entender las narraciones. Como es natural no se pensaba en proporcionarles placer, los pobres estaban en el mundo para trabajar, no para ser felices o contemplar bellas ilustraciones. No, qué va. Se pretendía instruirlos. Casi siempre con historias bíblicas bien conocidas por todo el mundo. Los libros se exponían en las iglesias y cada día se pasaba una página para enseñar una nueva estampa.
Al leer este pasaje no pude evitar pensar en la educación actual y en la manera en la que hoy en día en muchos lugares (en muchos, afortunadamente no en todos) se transmite el amor por la lectura.
Los niños son nuestros campesinos medievales, deben ser conducidos e instruidos de tal manera que no lleguen a conocer el placer del ocio y de la lectura. Para ellos el futuro se reducirá a ser productivos. Esta última afirmación no es exagerada. Recordemos que todo el plan de educación propuesto por nuestro presidente se basa en la productividad, en la capacidad de las escuelas de producir hombres, mujeres y niños productivos. Hombres, mujeres y niños que no tendrán lugar para el placer. Sin embargo las ciudades más reconocidas por su influencia en nuestra cultura pertenecían a culturas en donde el ocio y el placer tenían un lugar preponderante.
No tenemos el derecho de negarle a nadie el placer de tumbarse a leer un libro por el simple hecho de hacerlo, sin esperar verlo convertido, una vez terminada su lectura, en un hombre más educado o sabio. Los patanes también leen y, en ocasiones, también escriben. La lectura no redime ni es una panacea, eso también hay que recordarlo. Han sido personas educadas los responsables de enfrentar en guerras a las naciones o alimentarse de sus despojos.

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