Escrito
por Álvaro Vanegas
Publicado
por E-ditorial 531
Recomendado
para jóvenes lectores
Ciencia
ficción – terror - literatura colombiana
Los productos acerca de zombis no
comenzaron de ninguna manera con George Romero. Antes de él, las revistas pulp
tenían relatos de zombies, y muy probablemente, antes siquiera de ser un
producto con la marca de Haití, en alguna parte de África los hombres se
sentaban alrededor del fuego y se contaban historias sobre muertos vivientes.
Lo que hizo Romero fue convertir al zombie en el símbolo de lo que todo un
modelo económico estaba haciendo con un país (ahora es con el mundo, pero eso
no es culpa de Romero, es culpa de nosotros que no entendemos, que no queremos
entender). El zombie de Romero era el típico capitalista (no en vano una de las
primeras películas tuvo lugar en un supermercado) que necesitaba consumir. Y
una diferencia radical con el zombie actual, es que sus zombies hablaban. Se
alimentaban de cerebros, porque el cerebro era lo único que mitigaba su dolor,
su dolor de morir. Lo otro es que la responsabilidad, el origen de los zombies,
se hallaba en experimentos del gobierno.
Desde Romero el zombie ha evolucionado de
forma considerable e importante (Una buena vitrina para ver múltiples formas de
zombies está en la antología homónima de John Joseph Adams), llegando a poblar realidades
alternas, el presente, el pasado e incluso el futuro. Hay zombies lentos,
zombies mudos, zombies que despiertan a la inteligencia, zombis literales y
zombies simbólicos. En Colombia reconozco al menos tres libros zombies.
El
primero de ellos es Bogotá Zombie: Se levantan los muertos el 9 de abril,
publicado por Laguna libros; Muérdeme
suavemente de Fernando Gómez, y, el que nos ocupa, Virus de Álvaro Vanegas. Curiosamente los tres se ubican en la
capital colombiana, pero a diferencia de las dos primeras, la novela de Vanegas
no se ayuda de la narración gráfica en ningún momento.
Virus es una historia de zombis típica.
Es decir, si has visto a The Walking
Death o Guerra Mundial Z o las
películas de Romero, sabes a que te
atienes, sabes que obtendrás, ni más ni menos, que aquello que buscas, la
historia de un grupo de personas que están intentando sobrevivir de un apocalipsis.
En este caso el grupo está conformado por dos hombres, dos mujeres y un perro,
que se roba el protagonismo cada vez que puede, llamado Azul. Por supuesto, al
inicio las personas están separadas y se van reuniendo poco a poco para
encontrar un objetivo que los una más allá de la mera supervivencia. En este
caso, una de ellas parece ser inmune y en su inmunidad podría hallarse el
secreto para una cura. Así, la anécdota que se ofrece es la misma que cualquier
otra. Sin embargo, dicen que dios, o el diablo, se encuentra en los detalles.
Lo primero que notamos es que los
personajes son humanos, al menos tan humanos como usted o como yo. No hay genios
militares ni líderes en este pequeño grupo. Lo que hay son personas que no
saben qué hacer ni para dónde coger, y que pueden llegar a ser por completo imprudentes.
Lo segundo es que estos zombies tienen diferencias con otros zombies de la literatura
o el cine, pues no se les mata disparándoles en la cabeza, y, al parecer, no
están precisamente muertos; se han convertido en otra cosa merced a un virus
que se originó en un laboratorio farmacológico. Lo tercero es que estos zombies
parecen tener un propósito.
Siendo una obra contemporánea de zombies,
el apartado crítico no podía faltar, y no me refiero a las palabras de Iván,
uno de los protagonistas, acerca del círculo de consumo en el que nos hallamos,
sino de una escena cerca del final donde un hombre convive con su familia ya
convertida, y a la que mantiene sometida básicamente por el poder de la televisión.
Es solo una secuencia pequeña la que describe Vanegas entonces, pero nos deja
ver un poco detrás de bambalinas.
Así, Virus
se convierte en una obra interesante, entretenida, ágil, lejos de ser la
obra por la que su autor “(…) será recordado como El maestro del terror colombiano” (p. 11), pero sí con la que uno
puede contar en un fin de semana para sentarse a leer de un tirón, y tal vez,
solo tal vez, nos ayude a identificar el tipo de zombie en el que nos hemos
convertido.
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