Escrito por Hernán Casciari
Editado por Plaza Janés
Recomendado para Jóvenes lectores
No ficción
Si
el nombre de Hernán Casciari aún no le dice nada, quizá debe probar con Orsai,
que es el nombre con el que ha hecho carrera, con el que ha firmado en internet
y el que le ha dado a la revista que ha dado a luz con la editorial homónima.
Orsai es una marca en sí misma, y ha sido reconocida tanto en Europa como en Latinoamérica.
Por supuesto, no estamos hablando de los grandes tirajes de, irónicamente Plaza
Janés y/o Random House Mondadori –que es decir lo mismo con diferente nombre-,
pero se trata de un esfuerzo valiente, honesto y enorme.
En
el nuevo paraíso de los tontos,
Casciari reflexiona sobre lo que ha implicado ser reconocido en su oficio a
través de un blog – verbigracia, Orsai-, pero también como las redes sociales
ha influido en nuestra cotidianidad, como en la forma de hacer negocios; las
formas de entablar relaciones, entre hombres y mujeres, entre patologías, entre
formas diversas de andar por el mundo; la influencia que tiene en la literatura
e, incluso, como se ha convertido en un nicho para los tontos. Curiosamente el
texto final nada tiene que ver en la relación del hombre con la infotécnica,
sino que se centra en como un medio analógico sirve para comunicar a un padre
muerto en la guerra con su hijo trece años después. El resultado es la
maravillosa, encantadora, nostálgica y hermosa, Instrucciones para la masturbación del hijo.
El
conjunto de textos además, es hipnótico. Una vez lo tuve en mis manos no pude
parar hasta acabarlo. Y si bien, muchos de los elementos que menciona Casciari
ya han dejado de ser fenómenos –los blogs, Facebook-, las reflexiones que hace
acerca de la forma en que nos relacionamos con las redes sociales y, a través
de esta, con el mundo, no dejan de ser exactas. El algunas ocasiones
tristemente exactas y actuales.
En
mi caso, compartí con algunos de mis estudiantes La Luna, a retazos y en liquidación, donde Casciari cuenta como es
dueño de un acre de la luna por solo 20 dólares. La historia, en apariencia inverosímil,
da cuenta de un negocio que existe y que funciona en la actualidad, pero que
permite a Casciari reflexionar acerca de lo que es en verdad valioso, y cómo
existen nuevas formas de reinventar el mundo, a partir de lo verdaderamente
significativo.
A
mí no me importa la Luna. Pensándolo bien, la Luna está entre las cosas que
menos me importan de la vida. Pro por suerte, veinte dólares también. Y entre
poder decir en una sobre mesa “tengo un pedacito de la Luna” y decir “tengo
veinte dólares” yo sé muy bien lo que hay que hacer. Hay que comprar un libro,
hay que comprar un disco, hay que comprar la Luna. Cosas pequeñas e inútiles que
tengan la capacidad de convertirnos en chicos. No en chicos a los que les han
robado el chocolate en el recreo, sino en chicos con el sabor del dulce en la
boca. (p. 56)
Es
un libro para leer, para conservar y, también, para compartir línea a línea,
risa a risa.
¡Ay! ¡Tanto por leer!
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