Autor:
Haruki Murakami
Traducido
por: Fernando Cordobés y Yoko Ogihara
Editado
por: Tusquets Editores
Recomendado
para: Jóvenes lectores
Ensayo
– No ficción
Escribir es un trabajo solitario.
Es necesario recordar esto, sobre todo
cuando en la actualidad escribir se ha convertido en un acto mediático, que
mezcla un poco de redes sociales, otro poco de autopromoción y mucho de publicación
de borradores a través de redes sociales. Publicaciones que son defendidas con
el argumento de que permite a quienes inician saber si sus escritos serán o no
bien recibidos. No importa si muchas veces son abandonados, o si se trata de
productos realizados de cualquier manera o desviados en atención a un número
determinado de likes.
Escribir es un acto solitario.
Haruki Murakami, quien afirma llevar
escribiendo desde los 30 años, y quien hoy acusa unos 68 años de edad, es uno
de los autores japoneses más conocidos en el día de hoy, llegando a ser un
nombre común año tras año en la lista de posibles ganadores del Premio Nobel. Su
obra, que puede ser catalogada como realismo mágico, es conocida por títulos
como Crónica del pájaro que da cuerda al
mundo, Kafka en la orilla, Después
del terremoto o Underground, solo
por mencionar unos cuantos títulos.
Escribir es un trabajo solitario.
A lo largo de las 296 páginas, 11 capítulos
y un epílogo, Murakami se dedica con ferocidad a defender lo que, reitera, el
método que a él le ha dado resultado en la escritura, y que puede resumirse en
una sola palabra: Disciplina. No hay misticismo aquí, ni siquiera una cierta
idea romántica del escritor. Murakami defiende en De qué hablo cuando hablo de escribir una figura de escritor
dedicado, que cuida igual su mente que su cuerpo, y que se desliga de cualquier
forma de la idea que occidente ha construido del escritor bohemio. Sin embargo,
recalca, reitera, es la forma en que a él le ha funcionado.
Escribir es un trabajo solitario.
Si bien en algunos momentos es inevitable
comparar De qué hablo cuando hablo de escribir
con Mientras escriño de Stephen
King, sobre todo en los elementos biográficos que ambos textos manejan, ambos
libros son muy diferentes en relación a lo que pretenden dejarle al lector.
Mientras King es sumamente didáctico, Murakami es más respetuoso, menos
pedagógico. Cuenta como él va solucionando las situaciones, pero sin detenerse
a dar consejos a nadie, sin intentar imponer su propia estética.
En ambos casos, sin embargo, hay una gran
coincidencia: no se puede escribir sin disciplina ni esfuerzo; no se puede
escribir sin leer; hay una suerte de caja de herramientas que el escritor
maneja; no hay posibilidad de dedicarse al oficio sin tener críticas en contra,
pero, sobre todo, no se puede escribir sin tener nada que decir.
Una de los capítulos más interesantes, no
habla propiamente de la escritura –aunque es atravesado por la lectura
constante- sino de la escuela japonesa, de lo que Murakami piensa sobre la
escuela japonesa. Resulta más interesante aún para quienes han mitificado la
cultura japonesa porque Murakami es demoledor en sus apreciaciones, profundamente
desmitificador.
Así, para todo aquel interesado en el mundo
de las letras, también en el mundo de la educación, De qué hablo cuando hablo de escribir, es un libro necesario, que
ilumina lo difícil que puede ser el camino del escritor, más allá de la
existencia del talento.
Muchas gracias por acercarnos estos detalles que a veces, como en tantas otras cosas que nos rodean, obviamos.
ResponderEliminarMe gustó.
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