UNA BIBLIA


Autor: Philippe Lechermeier
Ilustradora: Rébecca Dautremer
Traducido por: Elena Gallo Krahe
Diseño gráfico y maquetación: Taï-Marc Le Thanh
Editorial: Edelvives
Recomendado para: Lectores en marcha
Libro ilustrado

     Según Campbell, cuatro son las funciones del mito. A saber, la mística, la sociológica, la pedagógica y la cosmológica. No necesariamente en ese orden; incluso tal vez no siempre se sientan todas, pero una mitología cumple en mayor o menor medida con ellas. Nos conecta con el asombro del universo al que asistimos, nos sitúa frente a los demás, nos enseña acerca del bien y el mal y nos dice cuál es nuestro lugar en el universo.

     Por supuesto eso solo funciona cuando nos conectamos de manera directa con el relato que escuchamos. Es diferente si escuchamos los relatos de Visnú, Izanagi o Ixbalanqué que si escuchamos los relatos de Ícaro, Osiris o el Cristo Blanco. Por razones culturales, que no deja de ser curioso, escuchar de Osiris nos es más cercano que escuchar hablar de Ixbalanqué. Así, para muchos jóvenes es más fácil leer El señor de los anillos que La saga de los confines, pues los referentes de ancianos de la obra de Tolkien los han rodeado desde su mismo nacimiento, en cambio, desconocen mucho de los referentes indígenas. Más aún cuando ser blanco, alto y ojiazul siguen siendo referentes actuales de belleza. Incluso hoy, sigue siendo un insulto decirle a alguien indio.

     Así, seamos creyentes o no creyentes, nos hallamos insertos en un mundo donde el imaginario católico-cristiano es imperante para bien o para mal. Sin embargo, en palabras de Lechermeier,

         ¿Por qué escribir Una biblia?
Porque contar la Biblia es contar nuestra historia, una historia construida con miles de mitos, cuentos y leyendas. ¿Cómo entender el mundo sin todos esos relatos? (…)
La Biblia no pertenece en exclusiva a la religión.
La Biblia es un bien común.
(…)
Una biblia no es La biblia.
Una biblia está compuesta de historias que se repiten y se reinventan. Historias que se relatan. Y que nos relatan. (p. 7)

     En este sentido, Una biblia es mucho más de lo que promete.

     Al principio me acerqué a ella porque mi esposa había asistido a una charla de Dautremer acerca de sus labores de ilustración, y en dicha charla la ilustradora había mostrado algunos bocetos de la obra. No esperaba sin embargo mucho del texto alfabético. ¿Qué podía esperar de un texto titulado Una biblia?

     Sin embargo, al tener el libro en mis manos, al beber de cada uno de los trazos, colores y enfoques de Dautremer; al permitirme comenzar a leer la adaptación de Lechermeier me encontré con un texto poderoso que se permitía recrear los relatos que alguna vez leí, a su propio ritmo y técnica. Así, en Un antiguo testamento el lector sigue capítulos que son poesía, otros que siguen la lógica de las obras de teatro y otros que enuncian relatos pequeños como el de Jefté. Asiste, por ejemplo, al relato de Job, como el relato de un viajero que vio como Jonás era devorado por la ballena, y luego como había escuchado de sus hazañas, para terminar con un Jonás que de nuevo sumergido en el interior de la bestia,

Seguro que pensáis que estoy un poco loco, que con la edad he perdido la cabeza, que he pasado demasiados años en el mar. El caso es –y puedo jurarlo- que en la garganta del monstruo creí ver la luz.
Una luz, como la de una vela.
Y una sombra que bailaba.
La sombra de un hombre cuya barba parecía flotar en el aire. (p. 231)   

     Con todo, la factura de Un antiguo testamento es desigual. Algunos capítulos parecen haber sido escritos porque tenían que ser incluidos. Pero al llegar a Un nuevo testamento, Lechemeier hace su magia.  El lector asiste al vuelo de un hombre pájaro que hace cabriolas en el aire antes de hacer el anuncio a María sobre la concepción de su hijo. Asistimos a cada uno de los pasos de Cristo antes de llegar al suplicio de la Cruz y luego a su resurrección, en tanto Juan intenta de mil y un formas poner los hechos sobre la piedra, la arena, y cuero hasta al final conseguirlo y conservarlo todo. Cada palabra, cada hecho es iluminado con maestría.

     Por otro lado, para llevar más lejos aún la atemporalidad de los hechos narrados, Dautremer no se limita a ilustrar los personajes de acuerdo a su época. Comienza con un desafío a la tradicional forma de representar a Adán y Eva, los muestra negros, sin cabello, altivos y tristes. Los egipcios visten ropas de nuestro tiempo; David parece un luchador gigantesco ataviado con una máscara; mientras el rostro de Jonás muestra su angustia y un hombre pájaro de alas como de cometa se recorta sobre el azul del cielo.   


      Al final la magia está hecha, nos vamos con el conocimiento de los relatos, unos relatos que trascienden la fe católica y se instala en nuestros corazones, en nuestro tiempo. Parafraseando a Campbell, vemos a María Magdalena en una esquina, mientras nos cruzamos a Job que arrastra su costal lleno de material de reciclaje y luego sientes a Esther que clava fijamente tu mirada en ti. Así que tragas grueso y esperas que ella no esté viendo como un Holofernes…

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