MICROBIO


Autor: Fernando Gómez Echeverri
Ilustrado por: Carlos Jacanamijoy
Editado por: Laguna Libros
Recomendado para: Jóvenes lectores
Novela corta

     Con la aparición del H1N1,el Zika y el Chikunguña entre tantas otras enfermedades transmitidas por zancudos o vía aérea o por contacto físico o por beber agua o por… vivir, se ha generado en el ser humano el viejo miedo a lo que no puede ver. No se trata en este caso del viejo temor a los fantasmas, si no a los virus, microbios y todo aquello que no es visible a golpe de ojo. Así, ante el mínimo asomo de un estornudo estamos ya pensando en las posibles consecuencias que esto generará en nosotros. Sobra decir que Microbio se aprovecha, y se burla, de ese miedo.

     De Fernando Gómez Echeverri hemos examinado aquí con anterioridad las novelas ¡Salta cachorro! Y Muérdeme suavemente, libros a los cuales reconocíamos de antemano que compartían paternidad. Sin embargo, encontrar que Microbio era un hijo olvidado del mismo autor fue sorpresivo.

Microbio  es en principio una historia de amor en clave de ciencia ficción, en clave de relato de horror, que narra la relación entre una yuppie insoportable, y más buena que el pan, si le creemos al narrador, y un biólogo hippie, que se entromete en el camino de otro biólogo, en este caso megalómano. Sin embargo donde otro autor se hubiese quedado en el cliché, Gómez Echeverri se entretiene en el absurdo, en lo grotesco, se deslinda de lo que podía parecer un relato de ciencia ficción para sumergirse en el delirio de lo grotesco. Así, vemos a Lina, la protagonista, podrirse en vida; a Diego, su novio, desesperado por encontrar alguna cura para su mal; y a Camilo, el científico loco, que se deshace en una suerte de nirvana microscópico.

El delirante relato se encuentra magníficamente ilustrado por las acuarelas y lápices de Carlos Jacanamijoy que pasan de figuras esbozadas a lápiz a maravillosas ranas plasmadas en un esplendor realista a figuras esbozadas, cual figuras del test de Rorschach, en manchas de negro desvaído.


En suma, se trata de uno de esos relatos escritos en negro y cromado, como esos autos que nos enloquecen en la juventud.   

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