EL EDIFICIO


Autor: Jairo Buitrago
Ilustraciones de: Daniel Rabanal
Editado por: Babel Libros – Manuvo (en su versión digital)
Recomendado para: los pequeños
Libro álbum – Libro digital

     Encontré este libro por casualidad en la red. Y digo que lo encontré en la red, porque en este caso El edificio surgió ante mí como una construcción digital. Como tal me recordó –cómo no podría hacerlo – a Los once. Por supuesto, se trata de ofrecimientos muy diferentes tanto en factura como en objetivo. Los once surgieron del crowfunding, El edificio tiene el respaldo de una beca del Ministerio de Cultura y de Babel Editores, que no es poco decir.
     En ese primer instante, digital, El libro me pareció curioso, destacando especialmente su acompañamiento musical y el dinamismo que había al pasar las páginas o las escenas. Sin embargo, encontré un par de textos que escapaban de la diagramación, cortándose en la margen derecha y la historia, de alguna manera, no me terminaba de cuajar. Como elemento adicional que hay que subrayar se encuentra la posibilidad de navegar por el mapa de una Bogotá que hoy ha venido a menos, además de poder compartirlo con amigos, que vivan en otro país, puesto que se puede leer también en inglés.
     La sorpresa, sin embargo, vino después, cuando encontré el libro en formato impreso de manera completamente accidental. De hecho no se me había ocurrido que eso pasase, pensaba que Babel Libros había decidido sin más entrar en el medio digital. El libro no es difiere de manera importante de la versión digital, de hecho el soporte –cualquiera de los dos – ni le quita ni le pone al relato que es, en últimas el de un edificio, no el de doña Blanca, ni del relojero Levin, ni del niño –Iván- que decide robarse esos zapatos viejos para darle lugar a unos pequeños ratones que han nacido en un rincón del edificio.
     Si me centrara en la dificultad que tiene El edificio  quizá sea esa, hay un enorme interés por contar como el paso del tiempo ha afectado a Bogotá, a las personas que viven en esa ciudad (un viejo relojero que llegó desde joven a Bogotá, una maestra pensionada con solo un par de zapatos, un niño que trae color en la segunda etapa del relato), a los edificios que la amueblan. El resultado es nostálgico – ayuda a ello los colores sepia, la textura del papel-, pero hay dificultad en conectar de manera emocional con los personajes, puesto que son solo una excusa para relatar el impacto del tiempo en su arquitectura. Es la misma dificultad que se tiene cuando se encuentran esos relatos empeñados en contarle al lector algo e la virtud y la moral, sin dejar fluir a los personajes ni la propia historia.
     Quienes quieran conocer la versión digital del relato, la pueden encontrar tanto en la App Store como en Google Play (Me consta que en esta última es gratuita). Sea también esta, amable lector, una invitación para que nos des a conocer tu opinión.  

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