Autor: Takashi Hiraide
Traducido por: Yoko Ogihara y Fernando Cordobés
Editorial: Alfaguara
Recomendado para: Grandes lectores
Novela
Nunca he terminado de entender esa
fascinación que muchas personas tienen por los gatos. Martha Rengifo hablaba
hasta la saciedad (de los otros) de Genio, el gato que hacía lo que le daba la
gana, incluso acostarse sobre el teclado cuando ella estaba escribiendo. Martha
Rada (Tengo demasiadas Marthas en mi vida) tiene su Facebook lleno de la misma
foto de Obelisca, su gata, en el mismo sueño sempiterno. Mientras Nathalie
Lunajaguar acaba de publicar una foto de su gata sobre este libro, mucho mejor
que la que yo he publicado (ella tiene un gato real mientras yo no.) De hecho,
el único gato que me gusta es Garfield, aunque nunca me gustaría encontrármelo en
la misma habitación.
Ha llegado el punto que muchos animales de
los animales dividen a las personas entre amantes de los gatos y amantes de los
perros. Como decía, nunca he entendido esta fascinación, aunque El gato que venía del cielo casi ha
logrado hacerme entender esa idea, contemplar incluso la idea de adoptar un
gato.
La idea que atraviesa este libro es la del relámpago
y la del centelleo como elementos subyacentes a toda la historia. Incluso en
uno de sus capítulos, Hiraide discute la diferencia entre inazumatori e inazumadori,
dos ideogramas, dos conceptos, escritos de igual manera pero que significan
cosas diferentes. Así, de acuerdo a Hiraide, “la captura del destello es inazumatori. Atrapar cualquier cosa que
tiene un movimiento como de destello es inazumadori.”(p.
87). En este sentido lograr escribir acerca de Chibi, el gato de la historia,
sería inazumatori, en tanto que la
novela misma, que atrapa un instante de la vida del autor, sería inazumadori. Por supuesto, se trata tan
sólo de una interpretación.
El
gato que venía del cielo narra el encuentro que tienen una pareja de
esposos con un gato, Chibi, pequeño,
ingresa a sus vidas, adoptándolos de esa manera tan propia que tienen los gatos
con los seres humanos y compartiendo un instante de sus vidas con ellos. Debe
decirse que la acción es poca, que los hechos narrados están salpicados en
medio de profundos instantes de contemplación acerca de las formas en las que
están construidas las casa o la disposición de los jardines e incluso el juego
con las libélulas. Y en medio de todo eso, el juego de Chibi,
Cuando
vagábamos juntos por el jardín, su cuerpo se ondulaba como una ola. Era su
forma de comulgar con el entorno antes de echar a correr como poseído, trepar
hasta la copa de los árboles y, como si quisiera escapar hacia alguna parte, su
cuerpo entero temblaba, se estremecía antes de prepararse a dar un salto.
Muchas veces me permitió ser testigo de aquellos instantes de éxtasis (p. 69)
El gato que venía del cielo, se
convierte de esta forma en un vistazo al mundo de los gatos, pero también en un
vistazo al mundo japonés, y en cómo podemos ser transformados si tan solo
dejamos que lo otro, sea humano o
animal, nos toque.
Foto robada a Nathalie Lunajaguar.
Jamás digas que podrían gustarte los gatos o que en un momento tuviste la idea. cualquiera, tendrá la genial idea de regalarte uno. Se encuentran por todas partes (los gatos y las personas desesperadas por regalarlos).
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