LA CIUDAD COMO TEXTO: Museos



 Imagen tomada del Museo La Tertulia. Exposición: La colonia de la infancia.


Al igual que una biblioteca no es un lugar exclusivo para almacenar libros, los museos no son espacios para guardar obras, no subsisten per se con ese propósito. Hay que recordar que al igual que las bibliotecas los museos son puertas hacia otros mundos, ambas buscan la formación de lectores.
Si formar lectores es difícil, formar personas con sensibilidad artística, estética, es muy complicado. Va mucho más allá de que se pueda decir que algo es bonito o feo, que gusta o que no lo hace. La sensibilidad artística, al igual que el hábito lector, se construye con el tiempo, se construye de manera personal.
Mi experiencia, que durante mucho tiempo solo conoció de los grandes artistas a través de las páginas de los libros. Muchos de ellos pertenecientes al bachillerato. Sin embargo, al poder ingresar a los museos de Louvre y Del Prado, mi percepción sobre el arte cambió. No es lo mismo una fotografía de una obra de arte que contemplar esa misma obra. No es lo mismo ver Las meninas en un libro, que verlas en todo su esplendor, poder admirar los detalles, las pinceladas, el empleo de la luz. Por supuesto, eso no me hace un experto, nada más lejos de ello, de hecho se necesitan eventos fortuitos para llevarme a recorrer una galería. Mi hábito de lector de museos no ha sido formado.
Recientemente, llevado por uno de esos hechos fortuitos, recorrí de nuevo un museo, en este caso La Tertulia de Cali, y al ver un montón de chicos de diferentes grados recorrer de manera bulliciosa las mismas salas en las que estaba, vinieron a mi mente los recuerdos de un puñado de párvulos visitando con su maestra, el cabello cano, las estatúas griegas que habitan el Louvre; el curso entero de estudiantes peruanos adentrándose en la antigua ciudad de Machu Picchu; la carpa en Viena dedicada a formar espectadores y, por qué no, cantantes de ópera.

De esta manera, los museos están construyendo de manera constante sus propios consumidores, irrumpiendo en la homogeneidad que, en nuestro caso, en nuestro entorno, se encuentra constituida por las chivas bailables, el consumo del licor, las mujeres con poca ropa y el reggaetón. No deja de ser curioso que en medio de su sobriedad, elegancia y estética, un museo también pueda ser un espacio subversivo. 
A continuación algunas imágenes del taller para chicos de Rembrandt: 





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