Autor: Carol Dunlop, Julio Cortázar
Ilustrador: Stéphane Hébert
Editorial: Muchnik Editores
Recomendado para: jóvenes
lectores
Libro juego – Novela
Hace algún tiempo Danny me regaló Fantomas contra los vampiros multinacionales
de Julio Cortázar, con una advertencia, es malo. La advertencia me
sorprendió porque había considerado que aún en sus textos más flojos Cortázar
era un gran escritor, alguien que conseguía darle una vuelta a la cotidianidad
para forzar su propia comprensión de lo real sobre el lector. Sin embargo, al
final tuve que darle la razón a Danny, Fantomas
contra los vampiros multinacionales es un texto insoportable, sin que lo
puedan salvar ni siquiera su integración con las historietas. La razón que lo
hace insoportable es porque no termina de ser un panfleto político ni un texto
narrativo, es un horrible híbrido que no termina de afincarse en un terreno o
en el otro, en donde ni siquiera puede sentirse la ternura y la poesía de otros
textos de Cortázar. Con este antecedente en contra, sabiendo que Los autonautas de la cosmopista hace
parte de la segunda fase de Cortázar, la fase de su compromiso político con la
izquierda latinoamericana, me enzarcé en su lectura y la sorpresa no pudo haber
sido mayor.
De
acuerdo con google maps el camino de
París a Marsella toma un tiempo de 6 horas 55 minutos en automóvil o tres, y 6
días 11 horas si el recorrido se hace a pie. Dunlop y Cortázar se las
arreglaron para romper las reglas de tiempo, el espacio y la ley (de acuerdo
con Cortázar el tiempo máximo permitido de estadía en la autopista era de dos
días) para vivir de acuerdo con sus propias reglas de juego, 33 días; 33 días
en los que contraviniendo el propio objetivo de una autopista, llevar de A a B
a un viajero en el menor tiempo posible, la pareja de esposos se detuvieron
todo lo que tuvieron cada dos parking,
en su fiel Fafner.
El
resultado no sólo es hermoso sino magistral, el tiempo vivido en la autopista
no resulta solo en una contracepción contra todo lo establecido, en un
manifiesto de lo que implica la vida y el escape del tiempo, sino en un
verdadero tiempo poético en los que los autores se instalaron, con el fin de
demostrar que el viaje era posible hacerlo en un máximo de tiempo, sino, lo
confesarán casi al final los autores, descubrir que Marsella existía,
Tal vez la
primera incitación a tan ardua empresa nos vino del hecho de que todos los
viajeros que parten de París por la autopista vulgarmente llamada “del sur”, lo
hacen en el supuesto de que al término de su viaje serán depositados en la
entrada de Marsella. Este supuesto, apoyado por mapas y otros medios de
conocimiento, no resiste el menor análisis serio (…¿Existe Marsella? (…)
Marsella existe, y es tal como la muestra Marcel Pagnol. Pero sólo existe porque la expedición ha verificado su existencia, y
no por las razones que el vulgo acepta sin análisis previo. (pp. 237-238)
Aunque,
como se dijo al principio, Los autonautas
de la cosmopista se instala en esta segunda fase de la escritura de
Cortázar, y los elementos políticos se presentan en diversos momentos (nadie
puede ser ajeno a su tiempo), el relato se centra en la parodia de expedición
seria, documentada a través de múltiples fotografías (que el tiempo o la
edición de la época han convertido casi en borrones), es en principio un
testimonio de amor y del escape que ambos propiciaron para huir de los
demonios, como la Osita y el Lobo los llamaron, que los estaban acosando, que
cobrarían la vida de Carol antes de que el libro se publicara y la vida de
Julio dos años después.
De esta manera Los autonautas de la cosmopista se convierte en un testimonio de
que el establishment puede ser
vencido sin necesidad de hacer un panfleto político, sino a través de la
poesía.
...Creo... que lo leí hace ya demasiado tiempo.
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