Autor: Carl
Norac
Ilustradora:
Stéphane Poulin
Traducción
de: Goedelle De Sterck
Editorial:
Barbara Fiore Editora
Recomendado para: jóvenes lectores
Libro –
albúm / Novela gráfica
Quien ha
visitado el catálogo de Barbara Fiore Editora sabe que éste se haya constituido
por un sinnúmero de bellezas extrañas que no le temen ni a lo extravagante ni a
lo perturbador; por tal motivo se puede encontrar un título como El tirano, el luthier y el tiempo, al
lado de El pato y la muerte o Ratas. Sin embargo, y a pesar de ello, pocas
cosas han preparado al lector para un título como En el país de la memoria blanca. Y es que desde el comienzo el
libro es un enigma a la altura de su protagonista, un animal antropomórfico
vendado, al que alguna vez oímos llamar por el nombre de Renoir, al que no
responde ni reconoce, pues se ha despertado en la cama de un hospital tan solo
con el recuerdo de una explosión en un autobús.
Así, el
inicio cargado con un fuerte tinte político nos pone del lado de Renoir, el
perro, que vive en un país en donde los gatos son oprimidos y masacrados, tan
solo por el hecho de ser gatos. La búsqueda de Renoir por sí mismo, agazapado
en sus contradicciones, Sin saber muy
bien por qué, tengo la convicción de que no sería capaz de matar ni una mosca.
Y de que podría freír a tiros a quien sostuviese lo contrario. De esta
manera discurre la historia, con un fuerte sabor a novela negra que se refleja
en las imágenes de Poulin, que nos entrega sabuesos fieros y gatos miserables,
que nos va entregando elementos que nos permiten dudar de la verdadera
identidad de Renoir, que una vez en un apartamento que desconoce como suyo, se
sirve en el plato el pájaro que ha muerto en la jaula.
Mientras
tanto Renoir observa con atención a su alrededor, los burdeles, los vecinos,
Acostumbra a lavar los dientes de sus ratas.
Cuando sale hace como que se arranca el corazón y lo esconde bajo el felpudo.
Después se mete la llave en la boca y trata de encenderla como un puro.
Hoy juega a volar. ¡Hala, se tira! Es hermoso,
lo admito. Del cuarto piso, con los brazos estirados. Su caída no se asemeja a
la de una piedra. Por un momento -¿es el efecto del viento?- parece flotar en
el aire como un copo de nieve. Luego se estrella.
Poco a poco
Renoir siente nacer en él la necesidad de cambiar el mundo en el que se halla
inmerso, Mañana sanaré este mundo o
saltaré con él – les prometo.
Y a eso se
dedicará con ferocidad, aunque para ello desaté un infierno a su paso.
En el país de la memoria blanca es un
libro que desafía al lector a cada vuelta de página, en cada ilustración, en
cada símbolo entregado –el unicornio, el esqueleto del funambulista colgado
boca abajo-, en cada cambio de tamaño de letra, exigiendo que se vuelva a él
cada tanto para comprenderlo de manera distinta en cada visita.
¡ufff! parece un libro loco.
ResponderEliminarNi que lo digas. Gracias fiel lectora.
ResponderEliminarMe encantaría leer el libro completo... este debe ser un ejemplar poco convencional, Saludos desde Colombia....
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