En su
edición No. 100, publicada el 27 de enero de 2014, la revista Arcadia publica
una selección de obras artísticas que “(…) quiere preguntarse, cómo las artes
han leído a Colombia” (Una explicación, párr.1). El resultado de tan loable
búsqueda ha sido la selección final de 119 obras que van desde el cine hasta la
literatura, comprendiendo esta última
tanto “(...) novela, teatro, poesía, cuento, memoria y ensayo literario” (Una
explicación, párr. 4). La selección
realizada, que se haya limitada en virtud de la extensión de la edición
impresa, acoge obras desde 1913 hasta el 2012. Un siglo de historia, un siglo
de obras. (Quienes quieran consulta la edición, pueden hacerlo en: http://www.revistaarcadia.com/edicion-especial/multimedia/100-anos-de-realidad/35350)
Sin embargo
al ir atravesando una a una las páginas (tanto físicas como virtuales de este
especial) el lector, el especialista, el interesado, el docente, el escritor de
Literatura Infantil y Juvenil, encontrará que no se menciona una sola de las obras de
LIJ que se han producido en el país.
El hecho,
por infortunio, no sorprende. Al contrario, confirma una visión popular en el
país y la academia, un paradigma –que es a su vez un hecho violento- que dicta
que los niños viven en el país de Jauja, que sólo habitan entre dibujos
animados y que las historias que leen -y que se les deben dar a leer- son por lo general de duendes o magos o travesías,
ninguna de las cuales atraviesa el país en el que vivimos, ninguna de las
cuales refleja su violencia y su atrocidad.
Lo que sí
sorprende, es que dentro del jurado “(…) compuesto por 76 intelectuales,
críticos y académicos escogió para esta edición las obras de su campo que, según
si criterio, iluminaban con mayor acierto y talento la historia de país.” (Una
explicación, párr. 2), se hallaban al menos dos personalidades que se espera
tengan una visión más cercana a la LIJ, Pilar Reyes –Directora editorial de
Alfaguara global- y Claudia Rodríguez –Subdirectora de programas de formación y
divulgación de Fundalectura-. Y digo que
sorprende, porque aunque el lector puede imaginar –sólo por poner unos ejemplos- que
Adelfa Martínez, Juan Luis Mejía o Antonio Caballero no leen Literatura
Infantil y Juvenil, si puede, o exige, que Reyes y Rodríguez si lo hagan, sino
por placer sí por oficio.
El olvido –prefiero
pensarlo así- de la LIJ colombiana en esta edición ha de deberse a
desconocimiento de obras como Pelea en el
parque, La luna en los almendros,
El árbol triste, Los agujeros negros, cuentos
tricolores o No comas renacuajos,
sólo por mencionar algunos títulos, que reflejan en diversos niveles la idiosincrasia
de nuestra nación, nuestra cultura violenta y la forma que esta afecta a un
amplio sector de la población, que sin voz ni voto, la sufre y la replica. Refleja
también ese limbo editorial en el que la mayoría de las obras –no todas por
supuesto- son marcadas por las exigencias pedagógicas de las Instituciones
Educativas, antes que por su calidad.
Por fortuna
–al menos así lo esperamos- este no será el último aniversario de Arcadia, y en
su próxima edición, o conmemoración, esperamos que recuerden que el país también
está conformado por niños y jóvenes, por autores y editores, que leen
Literatura Infantil y Juvenil, que hace bastante tiempo se ha hecho un lugar
propio en la historia literaria, sino de este país, al menos sí del mundo.
De acuerdo.
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