El 20 de enero del año en curso, el periódico El Tiempo publicó una nota
titulada “El 60% de escolares del país se raja en comprensión de lectura” (http://www.eltiempo.com/vida-de-hoy/educacion/escolares-se-rajan-en-comprension-de-lectura_12532754-4).
A continuación explica que un estudio internacional revela que se evaluó la
comprensión de lectura en niños de cuarto y sexto grado de 49 países, y que Colombia participó con 4000 niños de cuarto grado de 150 colegios públicos y
privados. Luego añadirá que la puntuación de los niños colombianos ha
mejorado en los últimos años, aunque aún se sitúan por debajo de la media obtenida
a nivel mundial.
Aunque el informe nunca dice de manera directa que las dificultades en
lectura procedan exclusivamente del entorno escolar, si hay elementos que
permiten aducir que se considera la escuela como uno de los principales
responsables de estos resultados. Empero podríamos afirmar que esta conclusión
tampoco es del todo justa.
Durante los últimos años ha sido común en nuestro país escuchar que la
media de lectura se mantiene alrededor del 1.6 a los 2 libros anuales
consumidos por los colombianos, sin esclarecer si se trata de libros leídos o
libros comprados en librerías, que ni es lo mismo ni es igual. Así mismo
tenemos otro tipo de termómetros que nos indica que la lectura no es
considerada por el común de los colombianos como una fuente de ocio importante.
Aún hoy en día el lector habitual es visto como una suerte de bicho raro, en
ocasiones, incluso, un desocupado. Comencemos por la escuela.
Hace algún tiempo los horarios escolares iban hasta poco más allá del medio
día, estableciendo tareas que debían ser realizadas en casa junto a otros
deberes que eran realizados en horas escolares. Sin embargo, poco a poco,
incluso los colegios oficiales han aumentado las horas de estudio y la
intensidad de tareas propiamente dichas, que dejan poco lugar al ocio, mucho
menos a la lectura. Las demás horas de los niños y jóvenes en edad escolar son
dedicadas a espacios como el cine, la televisión, los deportes y, luego, a
medida que los chicos crecen, las fiestas y las salidas a comer.
No podemos olvidar que todo tiempo de lectura es robado, pero cada vez hay
menos tiempo que podamos robarle a la lectura. Debemos tener en cuenta además,
que una cosa es el libro que se lee en la escuela para pasar la materia y otras, los libros que se leen por placer. Esto,
a pesar que las actividades de promoción de lectura son cada vez más
incentivadas, tanto en los colegios como fuera de ellos. Pero, debemos
preguntarnos, cuáles son los aliados que tienen los docentes –que parecen ser constantemente
cuestionados al respecto- en esta tarea. Y es que al contrario de lo que
debería suceder, el principal mediador de lectura que tiene la sociedad es el
docente. Miremos en detalle.
El primer cómplice en la promoción de lectura de un docente habría de ser
el bibliotecario escolar. Sin embargo, esta figura, que debería hallarse en el
panteón educativo, muchas veces brilla por su ausencia. No por su deseo, por
supuesto, sino por el lugar que ocupa en la pirámide social de las instituciones
educativas. El lugar común que suele tener esta figura, es la de docente de
reemplazo cuando no la de secretario. Suele suceder, no sólo que su salario sea
inferior al de cualquier docente, sino que sus mismas labores sean
subestimadas, cuando no disminuidas únicamente al de guardián de los libros,
cuando mucho al de un catalogador y organizador de los libros. En muchas
escuelas, que han incluido una hora de biblioteca entre sus actividades, es común
que los docentes prefieran emplear estas horas para ampliar su tiempo dedicado
a alcanzar las metas propuestas en los currículos escolares, cuando no dejan
todo el peso de “la clase” sobre el bibliotecario. Así mismo, muchas
instituciones educativas –no importa si se trata del sector privado o público-
el bibliotecario y el mismo espacio de biblioteca escolar es tan sólo un nombre
en el organigrama y en los documentos oficiales, sin una correspondencia en lo
real.
El segundo aliado en la promoción de lectura, serían los padres. Empero,
muchos de ellos cuando se encuentran en las listas con los libros de
literatura, suelen cuestionar tanto el número de libros como su costo. Así, se
intenta evitar otro gran costo, limitándose en muchos casos a comprar libros de
resumen o análisis de los libros pedidos, tanto porque su costo es inferior,
como porque se considera que los niños y/o jóvenes, en realidad no leen. De la
misma manera, en pocos hogares hay padres lectores –ojo esta situación no es
sólo de los hogares colombianos, Daniel Pennac, en Como una novela, también expone esta realidad en los hogares
franceses).
El tercer aliado serían las mismas editoriales, que como ya nos hemos
referido varias veces en este blog, destinan un conjunto de libros para las
instituciones educativas, en donde no prima la calidad literaria sino la
educación en valores, donde el deber ser se ubica por encima de
cualquier otra consideración.
Si estos son los principales aliados del docente, las dificultades sociales
no son harina de otro costal. Cuando el primer interés de las instituciones de
educación superior, avaladas por el mismo Ministerio de educación y las políticas
de gobierno, se centran en la avaluación de carreras técnicas que priorizan el
hacer sobre el pensar, es claro que la promoción de lectura no es una
prioridad. Por eso no deja de ser curioso que se señale, en el mismo artículo,
que los resultados de los escolares son relativamente mejores en la comprensión
de textos literarios (453 puntos) que en informativos (440 puntos).
Nuestro entorno social no es lector. En una ciudad como Cali,
el 80% del ofrecimiento de libros recae en la Librería Nacional, que obtiene
mayores volúmenes de ventas en el área de esoterismo y autosuperación, que en
la misma literatura universal. Así mismo, las actividades de promoción de
lectura caen en mano de las Bibliotecas públicas y populares, en tanto que las
editoriales, las principales beneficiadas en las ventas de libros, parecen
hacer bien poco por traer a autores u ofrecer otro tipo de actividades
enfocadas a construir más y mejores lectores.
Quedan muchos aspectos en el tintero, como el
precio de los libros, el papel de la formación de libreros, docentes y
bibliotecarios, la diversidad de ofertas editoriales que en verdad se tienen, y
la prolífica dotación de bibliotecas públicas que ha tenido lugar en la última
década. Pero es de subrayas que el papel del docente, que siempre se halla en
el ojo del huracán, es sólo uno más en una larguísima cadena de
responsabilidades.
P.D. La imagen en la foto corresponde a una chica, empecinada en leer "orgullo y prejuicio" en un incomodo muro de un centro comeercial.
Sí, sí, sí y las condiciones de las bibliotecas. ¿Te acuerdas de la del colegio? llena de goteras.
ResponderEliminaryo estoy realizando un proyecto de intervencion sobre esta problematica y mi deber y meta es encontrar estrategias novedosas para fomentar o mejorar las competencias lectoras,lo malo es que aun estoy perdida en el camino
ResponderEliminarCuando quieras hablasmos al respecto. Pero hay que tener en cuenta que se debe tratar desde lo micro y desde lo macro.
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