Cuidado con el amor



Autor: Alberto Rodríguez
Editorial: Corporación ideas y palabras.
Colección: Tambor arlequín.
Colección de cuentos
Recomendado para: jóvenes lectores

Con Alberto nos unen variadas pasiones y nos separan unas cuantas diferencias. Entre las pasiones se hallan el amor por la palabra escrita, la negación al facilismo, una buena ginebra – yo la prefiero con limón, a él le gusta pura- y una buena conversación. Entre nuestros abismos se hallan, y en ello ambos somos irreductibles,  su preferencia por la escaleta a la hora de escribir –inclinación que comparte con Mario Mendoza-, su amplio mundo y nuestras preferencias lectoras –Alberto se niega a leer basura, yo disfruto aún leyendo Bill, el héroe galáctico.
Su experiencia docente lo ha llevado a  escribir Lectura y entendimiento, un ladrillo de gran riqueza conceptual pero de estilo denso y un libro para niños cuyo tema y título desconozco. Después de jubilado decidió emprenderla con la promoción de lectura y la deformación de futuros escritores. Así, se halla desde hace algunos años dirigiendo el capítulo Cali del taller de Relata, que ha obligado a muchos pichones de escritores a terminar sus proyectos y a escribir. Debo reconocer que en variados casos estos pichones han terminado publicando cuentos e incluso novelas completas. Digo nombres, Silvia Valencia, Ana María Díaz,  David Vázquez, Elizabeth Ruales y este suscrito servidor.
Así que por morbo, saña y mucha mala leche debía leerme el más reciente de sus libros. Pero me demoré. Debo reconocer que Cuidado con el amor, no era el primero de mi fila de libros. Como todo lector en mi biblioteca hay un porcentaje de libros, pedidos, robados, olvidados o comprados en un saldo, que aún no se han leído y que estaban esperando su turno. Bueno, en mi ego decido que ellos estaban esperando. Así que en estas vacaciones puse las cosas en orden y antes de darme cuenta ahí estaba el libro de Alberto Rodríguez.
Cuidado con el amor, es una colección de 11 cuentos precedidos por una cita bíblica, Acuérdate que mi vida es un soplo, mis ojos ya no verán más la felicidad. (Job 7-7). Es curioso como diferentes lectores leen lo que les interesa. Julio Cesar Londoño encuentra en Cuidado con el amor, “El alma negra de los relatos, la maldad tallada a mano de las tramas y la violencia heráldica”; Mario Mendoza dice que “La otra cara de nuestra guerra tiene nombre: el desamor.”; en tanto Cristian Valencia habla de “…algo que flota en los cuentos de Alberto y no es el amor, aunque el amor inunde cada relato por los resquicios.” Estoy de acuerdo con todas – en menor grado con la de Mendoza-  y sin embargo yo hallo otra cosa, hallo un encuentro con la religión y con la erudición. Son por supuesto los elementos que cada lector halla de sí mismo en lo que lee. Casi todos los cuentos tienen una referencia o reflexión religiosa y al menos en la mitad de ellos se encuentran referencias librescas. Por ejemplo en mi cuento favorito, ¿De quién es esa sangre Susana?, en un bar llamado La Traba, aparece de manera inverosímil una fotografía de Borges –Espero que María Kodama no decida censurar también esa imagen-; en otro de esos cuentos que dejan su marca en el lector, Hoy es miércoles, señor, se puede leer una magnífica reflexión, Es ante todo en razón del tiempo que los sueños son un género literario, porque aunque no son como la vida, toman de  ella, igual que la literatura, las cosas que necesitan (Rodríguez; P. 154).
Por supuesto, como en toda colección de cuentos, hay algunos que gustan más o menos al lector. El putero me pareció casi un ejercicio inútil, mientras que al leer ¿De quién es esa sangre Susana? entendí de golpe ese juego narrativo que adorna varios de sus cuentos, donde a mitad de una frase el narrador cede la voz a un personaje.  Sin embargo debo reconocer que al menos cada cuento deja una línea, un sabor, que deja cierto regusto a veces dulce, a veces amargo, tan propio de él.           

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