La literatura domesticada (Locura, libros y escuela II)


Mi más reciente lectura de LIJ fue La noche del Marramiáu, que me sorprendió gratamente por su alto contenido literario, quizás porque no pertenecía a un Plan Lector, quizás porque Edelvives, al igual que Océano, Lóguez, Barbara Fiori o Babel, aún pueden permitirse esos lujos. Si Editorial Norma no renunció a sus colecciones de Torre de Papel, Buenas Noches y Zona Libre, no es porque el sector de la LIJ le interese especialmente, sino porque de ahí es de donde provienen sus ganancias. Aunque los títulos de Norma son buenos, también podemos afirmar que no se arriesgan, que pertenecen al status quo, a lo que se espera de un libro infantil que se puede poner fácilmente y sin sobresaltos en la góndola de un supermercado; productos políticamente correctos, que no sobresaltan, que no contienen escenas que puedan sobresaltar a padres o a docentes, que no perturban. He escogido a la Editorial Norma como ejemplo, pero lo dicho sobre ellos se puede aplicar a decenas de editoriales a lo largo y ancho de Suramérica.

La noche del Marramiáu, es una de las honrosas excepciones de una industria que terminó considerando que apostar a lo seguro, es la mejor manera de mantenerse viva empresarialmente. Habrá quien afirme que eso no tiene nada de malo, y, por supuesto, no tiene nada de malo. Alguna vez un promotor de ventas de una gran editorial afirmaba que la publicación de escritores como Mario Mendoza, Nahun Montt, Santiago Gamboa y Yolanda Reyes, entre otros, era subvencionada directamente por las superventas de Deepak Chopra Y Paulo Coehlo. Sin estos últimos era menos probable que una editorial tomará el riesgo de publicar a los otros. Lo importante de esa afirmación es que las editoriales se tomaban el riesgo. En el campo de la LIJ es cada vez menor esa posibilidad de tomar riesgos. El niño y el adolescente son tan preciados, que se considera que cualquier posibilidad de sacarlo de sus paraísos de mermelada es contraproducente, quizás porque pensar es dañino para las neuronas, que por ahí se halla la locura.

De esta guisa se tienen situaciones que no se pueden mencionar o que son prohibidas para niños y jóvenes. Asuntos como la muerte, la tristeza, la rabia infinita, el consumo de drogas, las relaciones sexuales consensuadas (me reí mucho cuando escuchaba a padres alegar en contra de Crepúsculo, porque habían escenas de amor entre adolescentes. Si se hubieran tomado el trabajo de leer se hubieran dado cuenta que el vampiro es el personaje más mojigato de la ficción), la crítica a los padres y la violencia en nuestro país, por poner sólo algunos ejemplos, son por lo general llamados a ser moderados, modificados o atenuados, cuando no simplemente censurados. El único riesgo que le conocí a Editorial Norma fue la publicación de Vampyr y luego me enteré que algunas escenas fueron censuradas de su versión original, por estar un poco pasadas de tono para los adolescentes.

Incluso autores valientes como Jairo Buitrago y Rafael Yockteng, autores de Eloísa y los bichos y Camino a casa, terminan haciendo libros tan domesticados como El primer día, en donde cada frase parece estar muerta, momificada, rígida, esquematizada y preparada de antemano. Todo muy políticamente correcto.

Danny afirmaba en algún momento que El renacuajo paseador era un cuento cruel, donde sus protagonistas terminaban descuartizados y/o devorados, mientras yo cerraba los ojos para que los maestros no cayeran en la cuenta de esa barbarie y decidieran que no se podía seguir exponiendo a los niños a eso. Recuerdo así mismo como un promotor de lectura fue censurado abiertamente en un encuentro de bibliotecarios por leer con adolescentes los Diarios de Anaïs Nin, habiendo libros dirigidos de antemano a este sector. El problema en muchas ocasiones se escapa del campo de lo literario y se pasa al del control.

Así, se busca que los libros de LIJ sean esquemáticos y políticamente correctos, para que quienes los lean sigan los buenos ejemplos, se conviertan en buenos muchachos y lean más a Paulo Coehlo y Deepak Chopra, en detrimento de obras valiosas como La noche del Marramiáu, Nada, El guardián en el centeno y El renacuajo paseador.

Comentarios

  1. Es la primera vez que me río de un final como el de tu artículo. ¿o ya estás aprendiendo a concluir?

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