No leemos lo mismo

Leo Tu rostro mañana de Javier Marías. En un momento en lo que todo parece suceder muy rápidamente me agrada que Marías me exija una lectura lenta, pausada, concentrada. Marías visita el mismo tema desde diferentes perspectivas y su estructura gramatical da cuenta de eso. Sus párrafos son kilométricos y en algunas ocasiones debo devolverme porque al menor descuido me puedo perder. Su lectura me exige una dedicación casi absoluta. Me divierte encontrar en él, el juego de los adjetivos y la constante digresión sobre lo que es y sobre lo que podría ser.

Le leo en voz alta a Elizabeth algunos fragmentos. Ella es categórica, no le gusta. La prosa de Marías le parece sobrecargada, densa y aburrida. No pasa nada, dice. Tal vez Elizabeth tenga razón, no pasa nada. Tal vez esa es la razón precisa por la que me gusta.

El año pasado busqué compartir con mis alumnos de novenos (eran dos noveno) y de décimo, los libros que más me gustaban. Lleve a Pérez-Reverté y a Baricco y Lester del Rey y Chaparro Madiedo y King. Uno de los noveno y el grupo de décimo se acogieron a las propuestas y las disfrutaron. El otro noveno detestó muchas de las lecturas. No les gustaba la fantasía, buscaban propuestas más realistas, más enfocadas a su vida cotidiana. Este año comencé leyéndoles Juan Salvador Gaviota de Richard Bach. Han dado ejemplo de atención y buen comportamiento. Con décimo busqué un enfoque más complejo, les leo Todos los hombres son mortales de Simone de Beauvoir. Al contrario de lo que pensé lo asumen con interés y parece agradarles, aunque contenga algunas veces demasiados diálogos.

Nos mienten quienes nos dicen que un libro es igual para todos. No lo es, un libro ni siquiera es el mismo para uno, depende de nuestras preguntas, nuestra edad e incluso del tiempo atmosférico.

Elizabeth se devoró los tres primeros volúmenes de Canción de hielo y fuego, el libro que da origen a la serie de Juego de tronos. Aunque la temática me encanta y el mundo construido por Martín se halla tan vivo que casi puedo tocarlo no he podido pasar de la mitad del libro y ni tan siquiera lo he podido abordar con todos los textos que me aguardan. En el mismo tiempo sin embargo me di un atracón con la serie Dresden de Jim Butcher, que curiosamente tiene un estilo rápido y descuidado. Algo muy diferente a Javier Marías.

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