¿Y de la promoción de lectura en jóvenes qué?

Una bibliotecaria me contó alguna vez de las crecientes diferencias existentes dentro de su institución educativa entre la biblioteca de primaria y la de bachillerato. En tanto en la primera buscaban una persona joven, dinámica e independiente; en la segunda tenían a dos oficinistas encargados de pasar libros por solicitud y poco más. En algún colegio también me tocó vivir algo similar. Mientras presentaba la entrevista de trabajo y me esforzaba en hablar de promoción de lectura, de actividades, de trabajos que incitaran a los jóvenes a leer, la psicóloga encargada me ponía los pies en la tierra: “¿pero usted si sabe catalogar?”, “Hay que llenar fichas de lectura”, “Es que lo que necesitamos es quien ordene los libros y pueda entregarles a los estudiantes lo que necesiten”. Sobra decir que no conseguí el cargo.

Año tras año, los encuentros de promoción de lectura, los congresos en las ferias del libro, los seminarios de las diversas editoriales, se centran en el mismo tema: la promoción de la lectura infantil. Pueden llamarlo como quieran, atención a la primera infancia, talleres sobre libro-álbum o simplemente ponerle un nombre general pero con los mismos invitados hablando sobre los mismos temas. Por supuesto, no hay ningún problema con que se busque que los niños lean, faltaba más. Sin embargo a la par que esto sucede es cada vez más notorio que la misma atención no se les da a los adolescentes. En palabras de una promotora de lectura y del director de un colegio, “Es que el que no lee en la adolescencia ya es un caso perdido”. Las cifras de uno de los últimos estudios de lectura en Colombia, apoya esa tesis. El mayor número de lectores se encuentra en la franja de cuatro a doce años. Entre los trece y los diecisiete años de edad la cifra de lectura baja de manera dramática y luego vuelve a subir, de manera discreta a partir de los diecinueve o veinte años de edad. Esa es una realidad frente a la cual no se está haciendo mucho en la actualidad. Por supuesto que se entiende que los programas de promoción de lectura en la actualidad se centren en los niños, un buen lector en la infancia, probablemente sea un buen lector en la adolescencia. No hay nada más falso. Veamos.

Durante la niñez el ser humano está ávido de nuevas experiencias y aprendizajes para así construir sus guiones de desempeño en el mundo que le rodea. Ese aprendizaje se hace por vía directa o por vía mediada. En esta etapa los libros cumplen la función de mediar con experiencias que no pueden ser directas, es por esta razón que la lectura (poemas, historias, dramas, informativos, etc.) amplía la noción que los niños tienen sobre el mundo. Amplía sus horizontes y le da dominio del mundo por medio del lenguaje.

Sabemos que la adolescencia, ese producto del siglo XX, engendra en los muchachos una serie de cambios a los que se van adaptando con el tiempo. Hablamos de cambios físicos, emocionales y cognitivos. Dependiendo de la manera en que se han preparado para ellos durante la niñez, esta etapa puede ser más o menos fácil. Niños amados por sus padres, tendrán mayores probabilidades de asumir los cambios con menores traumatismos. De la misma manera otros elementos como la capacidad de adquisición, el nivel de autonomía e incluso la belleza física son factores determinantes, dependiendo de lo que se quiera hacer o lo que se enfrente. Así, niños con mundos más amplios podrán enfrentarse con mayor éxito al mundo de hoy, ya que este exige no sólo conocimiento del mundo que nos rodea, sino flexibilidad de pensamiento. Le lectura es uno de los elementos que ayuda a que el pensamiento sea flexible. Y hay que ser claro con este punto: es uno de los elementos, no es el único. No se puede olvidar bajo ningún punto de vista que la lectura no es una panacea,  es una opción.

Los adolescentes ponen a prueba el mundo a partir de los guiones creados durante su niñez. Entre mayor variedad de guiones creados, mayos será su capacidad de adaptación a un entorno cambiante. Sin embargo estos guiones no son flexibles al inicio. Al ser humano le molestan los cambios constantes, necesito algo a que aferrarse. Esto sucede con los adolescentes. Necesitan normas claras acerca del mundo que les rodea. Esto también tiene como fin poder tomar decisiones acerca de lo que quieren en el futuro. Es por esta razón que no hay nada más conservador, pacato y manipulador como un adolescente. El hecho que experimente y ponga a prueba de manera constante los guiones que ha aprendido, no quiere decir que no pueda aprehender cosas nuevas, aún a pesar de que en el pasado hayan sido experiencias frustrantes. Pensando en nuestro tema, eso se traduce en que no están echados a perder. Aún pueden descubrir el placer de la lectura.

Lo primero que se necesita para esto es una selección de buenos relatos. Poemas, cuentos cortos y novelas. Lo fantástico pierde protagonismo temporalmente. Series como Harry Potter o Crepúsculo, les llega antes por la descarga publicitaria, que por su contenido. Recordemos que Harry Potter sólo se posicionó gracias a una agresiva propuesta publicitaria. En la saga de Crepúsculo no impera la propuesta sobrenatural sino la historia de amor. Todo adolescente se siente un poco raro, un poco fuera de foco, un poco especial, un poco vampiro, un poco hombre-lobo. Los adolescentes suelen apostar por relatos que hablen de las situaciones que ellos están atravesando y es aquí donde gana el realismo. Mario Mendoza suele ser uno de los autores más leídos por los adolescentes porque les habla de lo que hay detrás del sistema, de la confusión que sienten en ellos mismos y les brinda unas posibilidades de comportamiento. Es la misma razón por la que para ellos los libros de autosuperación pueden llegar a ser tan valorados. Aunque sean pestes conservadoras y fascistas como los libros de Carlos Cuauhtémoc Sánchez. Son guías de vida, de comportamientos. Tener en cuenta esto es muy importante cuando hablamos de una promoción de lectura en adolescentes. Es curioso, sin embargo, que esto lo tengan más en claro los publicistas que los docentes, padres de familia y mediadores de lectura. En el campo editorial, la novela con elementos sobrenaturales ha ganado protagonismo por aprovechar precisamente esa característica adolescentes que es la de no distanciarse mucho de lo ya conocido. Por eso ellos suelen consumir tanto de lo mismo, el mismo esquema de Crepúsculo, reproducido en Grachi, en True Blood, en Medianoche, en cuanta serie de porquería está saliendo hoy en día.

Si Crepúsculo logró hacer que millones de adolescentes retornaran sus ojos al texto alfabético, también tiene que ver el hecho de la sencillez de su lenguaje. Elemento que algunas veces la escuela y los mediadores olvidan. El mismo rechazo ante lo extraño, está en el lenguaje. Ellos no quieren ampliar su vacabulario. Por eso son tan amigos de los madrazos, por qué son versátiles. Poca cosa más expresiva que un buen putazo. Esto no quiere decir que no se les pueda ni se les deba mostrar textos más exigentes, quiere decir, que no olvidemos desde donde debemos empezar. Es muy común olvidar esto. Pensar que ya se ha iniciado un proceso con unos niños y creer que se sigue el mismo proceso con los adolescentes. No, se arranca otro proceso y al igual que con los niños es muy importante relacionar la lectura con lo que se vive. Aquí es donde debemos alejarnos de las propuestas, en apariencia novedosas, que las editoriales lanzan a diario y volver los ojos a clásicos como El señor de las moscas o Hamlet. Estos libros hablan de ellos y aquí la clave es ayudarles a relacionar estos textos con sus propias vidas. En el fondo se trata de lo mismo, ayudarles a ampliar sus mundos, a conquistar nuevas fronteras, a retarlos emocional e intelectualmente. Hay que ayudarles a recordar que no se lee por dar cuenta de, si no para construir sociedad, para aunar comunidades. Una de las mejores formar de hacer esto es a través del ejemplo. No podemos pedir aquello que no hacemos.
La promoción de lectura en los jóvenes no es tirar la semilla en el campo baldío, es tener paciencia en el momento de cultivar.

Comentarios

  1. Hola Diego: interesante entrada, pero ¿no te parece que a los 13 años un chico ya es capaz de elegir sus lecturas sin ayuda? La cantidad de "novelas juveniles" de bajo nivel es enorme, y me parece que los jóvenes pueden ya acceder a la literatura universal sin necesidad de etiquetas. Personalmente me parece que en la infancia hay mucho tiempo, muchos años para ayudar a crear lectores, luego ellos decidirán. Un saludo

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  2. Hola Ana. En primer lugar gracias por tu comentario. En segundo lugar, sí y no. Es muy importante para un niño de trece años la relación que ha tenido anteriormente con la lectura. Si la relación es buena, dependerá de él lo que elija, hace parte de su formación como lector. Sin embargo, a veces elegir es complicado. si bien no se trata de elegir por él, si podemos brindarle opciones, siempre respetando sus intereses y sin imponer nuestro criterio.
    En segundo lugar, si la relación no ha sido buena, es cuando el mediador surge como una figura que apoya y promueve un proceso lector.
    saludos, y ojala sigas por aquí con tus opiniones, sugerencias y comentarios.

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  3. Muy buena tu respuesta a Ana, Diego. Se me ocurre ahora que la promoción de lectura se necesita siempre. ¿O acaso no dejamos algunas buenas costumbres de la niñez porque ya somos adolescentes o adultos? Por ahí dicen que manejar bicicleta nunca se olvida,pero... ¿Cúanto tiempo hace que no te montas en una? Qué habría sido de mi vida si no se hubiera presentado un Danny loco por "la saga de los confines". O un Diego que me enloqueciera con Terry Pratchet, Nunca habría comprado o leído un libro de Pratchet con esa carátula de libro poco serio.

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