El corazón y la botella

Autor e ilustrador: Oliver Jeffers.

Editorial: Fondo de Cultura Económica.

Recomendado para: Los pequeños.

Libro-álbum.

Como antesala a la presentación de este libro, Danny –mi nuevo bibliotecario de cabecera- me habló de los libros perturbadores (esa suerte de género en construcción que abarca algunos de los libros que he incluido en mi Pequeño Teatro de la Crueldad). Tomé el volumen y lo leí con premura. De hecho lo devoré. Por supuesto Jeffers no me decepcionó. Sus sencillas ilustraciones, cargadas de ternura y cierta melancolía, eran lo que debían ser. Su texto, mezcla gráfica y alfabética, llegaba a donde tenía que llegar. Era Jeffers de la cabeza a los pies, es decir un libro cargado de una intensa emoción. Sin embargo me quedó faltando algo. No por el autor, sino por el epíteto con el que yo me abalancé sobre el libro. No sé exactamente que esperaba cuando me hablaron de libros perturbadores (mentiras, sí lo sé. Esperaba algo como Juul, como El libro triste, como Cuentos en verso para niños perversos, como…) pero no lo encontré en El corazón y la botella.

Me he quedado pensando desde entonces. El epíteto de perturbador me molesta. La mayor parte de los libros infantiles y juveniles que me atrapan podrían caer dentro de ese término. Conversando un poco con Elizabeth (con quien habló de mis dudas referentes a la LIJ)caemos en cuenta que tal vez se clasifiqué en esa suerte de género porque habla de un tema que poco se trata con los niños, la pérdida.

La idea me molesta. Me molesta mucho. El corazón y la botella habla de ser niño y de crecer y del transcurso del tiempo y de perder muchas veces lo que amamos. Eso no es perturbador (perturbador la perturbada Emily the strange), es humano. Y todos los libros que terminamos amando hablan precisamente de las dificultades que conlleva el ser humano.

Por lo pronto buscaré la forma en que este libro de Jeffers llegué a mi biblioteca personal. No como un libro perturbador sino como uno que conmueve, como El libro de la selva o El camaleón camaleónico o El señor de los anillos. Por lo pronto también seguiré en la búsqueda de alimentar mis estantes con esos otros libros que hablando de las sombras del alma humana, esa parte de nosotros mismos que tememos.

Comentarios

  1. ¿No te parece perturbador porque tiene "final feliz"? Al igual que EL libro triste tiene el tema de la muerte o el duelo, pero en el de Jeffers sí hay reconcliación con la perdida.
    ¿Eso le quita perturbación?

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  2. Los apelativos que muchas veces reciben textos o pensadores y su obra en general tienden a ser inconexos con sus propósitos,pero creo que efectivamente tiene dos objetivos (no loables entre todo), el primero es para el caso por ejemplo de los filosofos de la sospecha para censurar, para satanizar; y en este caso particular visualizo un interés económico, de marketing, producto de nuestro sistema. Totalmente de acuerdo con usted, toda obra como lo dice Simon de Beauvoir, se escribe cuando se está triste, es decir en pocas palabras que definitivamente el texto nos lleva a una confrontación con lo que somos con nuestra condición, sea como escritores o como lectores.

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  3. A mí me crea muchas inquietudes este rollo de los libros perturbadores. Por un lado no estoy muy de acuerdo con Diego en cuanto a que este libro no genera sensaciones que para algunos son definidos como perturbadoras, de hecho me sentí identificada con el personaje y si generó en mi cierta sensación que algunos catalogarían como perturbadora. Creo que el tema tampoco tiene que ver con el final (asunto al que se refieren en el comentario anterior o por lo menos entiendo que no es un aspecto decisivo en las consideraciones de Diego). Lo que me inquieta un poco es ese tema de encasillarlo todo, porque depende de cada sujeto las sensaciones o sentimientos que experimente con cada lectura: lo que para uno puede resultar perturbador para otros puede no significar nada o resultar risible. Me preguntaría qué hay detrás de ese reciente interés en mostrar algunos libros como perturbadores? Y me uno a lo que Anónimo decía con respecto a los intereses creados a partir del marketing.

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