Literatura: construcción del sentido de lo humano (III).



Martha y David –dos buenos amigos, dos asiduos lectores-, se han mostrado de acuerdo en hablar de su gusto por las letras como un acto por medio del cual se visitan otros mundos y, visitándolos, se logra aprender no sólo sobre los demás sino sobre sí mismo. Tal vez sea esta la función principal de la literatura universal, no sólo de la infantil. Veamos.

Aunque la literatura puede usarse con fines pedagógicos las intenciones de los autores por lo general trascienden esto. De hecho la literatura infantil y juvenil propiamente (es decir, aquella dirigida a un público infantil y/o juvenil con preferencia y arreglo al gusto de los adultos) nace en el siglo XIX. Los denominados cuentos de hadas recopilados por Perrault y los hermanos Grimm eran cuentos de la tradición oral francesa y alemana. Historias que habían transitado por décadas en los pueblos europeos y que beben de la mismas aguas que los mitos y la leyenda; relatos que se contaban entre los campesinos de la época sin importar si habían, o no, niños por allí. El pueblo poco sabe de censura. Muchas veces la moral no tiene mayor utilidad cundo al principal preocupación es la supervivencia. El mismo Perrault sería perseguido por publicar libros que escandalizaron a la cultura burguesa y aristócrata de esa época.

Lo que explora finalmente la literatura no es lo bueno y lo malo (aunque esté incluido) sino la naturaleza de las relaciones humanas. Más allá de cualquier otro arte, la literatura (comprendiendo en ella la manifestación de lo oral) ayuda en la construcción del sentido de lo humano a través de la exploración de las infinitas posibilidades de las relaciones. Bien sean las del hombre con su iguales, con su subordinados y/o con sus superiores; bien sea con las diferentes representaciones de la naturaleza e incluso de lo sobrenatural. La literatura brinda la oportunidad de realizar una exploración virtual a través de la palabra y de los hechos (verosímiles o inverosímiles) que relata.

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