El arte de preguntar (III)

Todo libro es falible. Algunos nos alcanzan en virtud de la edad en tanto otros nos son inaccesibles para siempre. Lo que un día leímos con entrega y devoción puede resultar despreciable hoy. La valoración que tenemos de una obra no siempre coincide con la del mundo cultural.

Para Harold Bloom la obra conjunta de Stephen King es pueril y deleznable. Para sus millones de fans en el mundo King es el no va más de la literatura. Bloom ataca los libros de King en términos de efectismo, la misma razón por la que sus seguidores lo adoran. Las razones de Bloom tienen que ver con esquemas, construcción de personajes, representaciones de mundo y valoración estética entre otras. Las razones de los fans se apoyan en las coincidencias que se encuentran entre los mundos de King y el nuestro. Los libros del célebre autor de terror son increíblemente actuales.

Las preguntas de Bloom y las preguntas de quienes leen a King son fundamentalmente diferentes. En ello no tiene que ver sólo la formación académica sino también los hábitos lectores.

El lector promedio de Harry Potter suele ser un fanático ciego a quien la palabra de su autora resulta una revelación. El conjunto de los siete volúmenes de Potter es perfecto e inatacable. Un lector crítico, un lector más minucioso, puede observar las irregularidades estilísticas de la saga del joven mago sin perder necesariamente su empatía con el joven mago.

Leer no significa seguir unas palabras. No significa tan sólo preguntarnos por su valor dentro del mundo representacional al que pertenece (técnico, especializado, informativo, narrativo, lírico, dramático, etc.) sino cuestionar la obra a cada paso que da, preguntarse y poder referir las razones de su funcionamiento.

El mediador de lectura en este nivel va más allá de la verificación de unos datos o de acompañar al lector en formación a realizar sus cuestionamientos sobre la arquitectura del texto para centrarse en sus capacidades argumentativas. Dentro de una lectura crítica la argumentación debe ir más allá del discurso de complicidad y empatía con el texto para adentrarse –o más bien para alejarse – en sus cualidades éticas, estéticas, argumentativas, narrativas, diégeticas, etc.

Así no se busca una correspondencia entre pregunta y dato sino que la valoración descansa sobre los argumentos que desarrolla el lector en formación.

Un niño de 4, 5, 6 años de edad puede ya dar argumentos a favor en contra de un libro. Para rápidamente de un simple me gusta a observar los colores, las relaciones entre los personajes, el autor y la complejidad de la historia que le narran. La lectura crítica también es la base por la que muchos adolescentes y jóvenes dejan a un lado determinadas obras cuando su argumento no les convence por fácil o por alejarse del mundo en que ellos viven.

Comentarios

  1. Creo que podrías hablar de los lectores (¡hay tantos!) que esperan que un libro les enseñe algo "bueno y correcto" para ellos, que sufren de un "didactismo" (la palabra me la acabo de inventar).

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